Un enorme y majestuoso roble presidía el claro elevándose por encima de la cubierta en varias millas a la redonda. Sus ramas dominaban a todas las demás Olvar bajo ellas. Durante más de mil años su hegemonía no tuvo oponente alguno. Hasta que llegó al Bosque una presencia ominosa que no admitía rival. El Tenebroso Hechicero que se asentó en la colina en poniente mandó a sus esbirros a acabar con el desafiante y verdoso gigante en cuanto tuvo ocasión. Acudieron con hachas y sierras a derribar el orgullo del bosque y durante noches intentaron abatir a este. Treparon a sus ramas para talar estas y arrasaron sus hojas. Encendieron fuegos donde quemaban todo durante la noche y las columnas de humo se elevaban todo el día mientras ellos se escondían en las sombras.
El tronco, sin embargo, se resistió. Una y otra vez golpearon con sus hachas la corteza ennegrecida por el hollín y una y otra vez el terco roble melló sus filos y astilló sus astiles. Cansados y enfadados los trasgos volvieron y suplicaron ayuda a su Oscuro Amo a pesar del temor al castigo por su fracaso. Su ira no solo cayó sobre ellos sino que tras castigarles envió a uno de sus trolls a por el roble, capitaneada la expedición por uno de sus secuaces más capaces, un numenoreano negro vil y mezquino como solo saben ser los de su estirpe. Un troll malvado azuzado por un traicionero comandante y ni aun así lograron su propósito. Pues su maldad se volvió contra ellos en el seno del bosque ya que intentaron llevar un presente a su Señor Oscuro. Tras arrancar planchas de la corteza intentaron desgajar el gran tronco recolgados de las heridas leñosas y así obtener una veta de madera fina que ofrendar al Maligno a la vez que acortaban la faena. Sin embargo su estupidez y pereza les traicionaron, cayendo el troll y partiéndose el cuello junto con la enorme tabla. Esto fue posible solo con la ayuda de un repentino vendaval que azotó las alturas y agitó el Bosque. El numenoreano negro, fuera de sí, hizo que los trasgos prendieran los restos del roble y él en persona maldijo aquel fuego destructor mientras se quemaba el roble, no sin antes inmolar a los mismos trasgos en la pira. Después lanzó un maleficio de olvido sobre el lugar para que nadie supiese llegar a él y así borrar su fracaso. El roble quedó mutilado y solitario, leñoso cadáver que nadie podría hallar. Su figura ya no ofendería al Nigromante y el negro capitán contó sus mentiras sobre un troll enloquecido que atacó a los trasgos para devorarlos.
Desde entonces el enorme tocón permanece solitario en medio de un claro devastado donde ninguna planta se atreve a crecer de las cenizas del grandioso roble.
sábado, 18 de abril de 2015
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