domingo, 7 de julio de 2019

MONEDAS EN LA TIERRA MEDIA: II TESOROS


En el Hobbit la guarida de los trolls del Bosque guardaba un tesoro compuesto de ollas colmadas de monedas de oro apiladas en un rincón, vestidos, espadas y algún cuchillo mezclado en un cúmulo de otras cosas y comida descuidada.



A partir de esas menciones, no se habla más de monedas, sino de oro y plata en bruto como parte de los tesoros. El mayor tesoro descrito será el de Smaug en la Montaña solitaria.



En el Hobbit Bilbo encontró un salón con un montículo del tesoro y a su paso se veía algún destello dorado y un tintineo. El tesoro también se esparcía por la pared con panoplias de armas y armaduras, estas descritas como impenetrables y de aspecto dorado y plateado así como tachonadas de piedras así como la pequeña cota de malla de mithril forjada para un príncipe élfico con su cinturón de perlas y cristales y un casco de cuero reforzado en acero y con gemas blancas. En las paredes también había mágicas arpas de oro con cuerdas de plata. También había copas preciosas, como la gran copa de oro de Thror de dos asas, martillada y labrada con pájaros y flores de ojos y pétalos enjoyados. Esos cinturones adornados de plata y oro son además seña de los enanos, así como borlas de plata y algún cordón de oro para el cuello. En su cima estaba la Piedra del Arca.



El reparto final se hizo como se había acordado según los pactos de honor, siendo una catorceava parte de toda la plata y oro, labrada y sin labrar para Bardo así como para todos los demás. Thorin excluyó de ese reparto las gemas cuando se enfadó con Bilbo. No obstante, una catorceava parte era una riqueza excesiva, más grande que la de muchos reyes mortales. Al Rey de los Elfos Dain le dio las 500 esmeraldas engarzadas de Girion, las joyas que él más amaba y a Bilbo un collar de plata y perlas. El Rey del Bosque tenía debilidad por los tesoros de plata y las gemas blancas y siempre quería más pensando que aún no eran tantas como las de otros señores elfos de antaño. En el camino de regreso a Hobitton los elfos de Rivendel cantan sobre tesoros de plata y oro hundido en las minas.  A su regreso a la Comarca Bilbo descubrió que perdió algunas cucharas de plata de sus antiguas posesiones. Pero no le importó, pues como parte del pago por sus servicios como saquehobbit accedió a tomar solo dos pequeños cofres, uno lleno de plata y el otro lleno de oro. Durante su vida posterior a su gran aventura gastó el oro y la plata en generosos presentes, tanto útiles como extravagantes, lo que explica hasta cierto punto el afecto de los sobrinos y sobrinas. Es necesario decir que antes de partir Bilbo tenía una situación acomodada y su familia ya era rica (en especial por parte de madre).


 Tras la muerte de Smaug en la Ciudad del Lago Bardo recompensó con largueza a seguidores y amigos y había enviado mucho oro para reconstruir la ciudad, pero el antiguo gobernador se contagió de "el mal del dragón" y se apoderó de la mayor parte del mismo hasta que huyó y murió. Tras su muerte las canciones decía que los ríos corren con oro.

 El Señor de Los Anillos abre el libro primero con el viejo Bilbo repartiendo unas monedas entre los espectadores, pero ningún fuego de artificio para decepción de estos (estos regalos a los asistentes se denominan en la tradición hobbit mathom). Tampoco dejó ninguna moneda, joya o dinero a Frodo pese a que le legó sus tesoros principales y más maravillosos.

En el túmulo de las Quebradas de su mismo nombre entre los tesoros había objetos de oro, plata, cobre y bronce, perlas, cadenas y ornamentos enjoyados, pero no se especifica que hubiese monedas. De esos mismos túmulos proceden las poderosas dagas que Tom Bombadil regala a los cuatro hobbits para su defensa.

Las canciones sobre Moria hablan de bóvedas de oro y suelos de plata. Por eso Sam pregunta si quedan los montones de oro y joyas y le responden que no, que fue saqueado por los orcos. Y que la riqueza de Moria es el mithril, en su tiempo diez veces más valioso que el oro y que ahora se había vuelto incalculable por su escasez, ya que solo provenía de allí. El oro y las joyas eran solo juguetes para los enanos de allí. El mithril podía ser trabajado como el cobre, pulido como el vidrio y hacerlo más liviano, pero más duro que el acero templado, con la belleza de la plata común pero sin mancha ni deslustrado.  

 A la partida de Lórien se les regalaron capas con broches que parecían una hoja verde con nervaduras de plata. 

La compañía Gris de montaraces del norte no porta ningún ornamento ni resplandor de oro ni pedrería, insignias ni emblemas salvo una estrella de plata que les sujetaba el manto en el hombro izquierdo. En el paso del sagrario el rey de los Malditos porta un plaquín de oro, cinturón de oro y granates y un yelmo también de oro.

También podemos remontarnos a tiempos más pretéritos como referencia. En el Silmarillion no hay menciones a monedas, solo a tesoros. Si bien muchos señores portan armas, vestiduras, armaduras y joyas de oro o plata, hay también algún tesoro, como el de Nargothrond, compuesto de oro y gemas. Esos tiempos antiguos, sin embargo, son el pasado perdido y la mayoría de sus tesoros se perdieron con la caída de Beleriand. Solo algunos artefactos de antaño se conoce que perduraron y de otros solo queda el recuerdo legendario. Entre estos tesoros destacan algunas armas mágicas que llegaron a edades posteriores: Dardo, Orcrist (Hendedora de trasgos, la Mordedora para estos) o Glamdring (Martillo de enemigos o de la horda estridente). El cuerno de Vorondil, si bien no aparece hasta ESDLA, procede de las heredades de la casa de Húrin y era de cuerno de buey salvaje, guarnecido de plata y adornado con caracteres. Algo parecido ocurre con las Palantir, fabricadas por el mismísimo Fëanor en Eldamar y que llegaron en número de 7 a la Tierra Media de mano de Elendil a quien fueron regaladas, si bien no se les menciona hasta ESDLA.

En definitiva, dejando un poco los tesoros y volviendo concretamente a las monedas, podemos ver que la función de medio de intercambio se expresa muy poco en los libros y la función de conservación de valor se refiere de forma genérica como plata y oro.



jueves, 25 de abril de 2019

Arcos IV: ¿Y en la Tierra Media qué?

El mundo de la arquería histórica no se limita a los arcos. Podríamos explayarnos con precisiones sobre los componentes como las cuerdas o pasar a la flechería (puntas, astiles, tipos de emplumados, etc) y mil y una variantes que se dieron a lo largo de la historia, siendo el arco un arma tanto de caza como de guerra durante muchos milenios, teniendo gran protagonismo en algunos pueblos como vimos desde nuestra entrega de esta serie. Tal ven en un futuro con algo más de tiempo nos extendamos por esos derroteros, pero no hoy.

A efectos prácticos toca centrarnos en los arcos que podamos encontrar en la Tierra Media, con el referente de realidad histórica que hemos visto en las tres entregas anteriores. 



Tolkien Puro: Silmarillion y Tierra Media.
Las referencias literarias a los arcos son bastante pobres para caracterizarlos. Los arcos son comunes entre los guerreros, pero no son detallados la mayoría de las veces. Según la Edad podemos encontrar varias menciones.

EDADES DE LOS ÁRBOLES.


Oromë, el gran Cazador, suministró a los elfos instrumentos para ayudarles en la protección de sus huestes de las criaturas de Mordor. En Valinor se usaban espadas, lanzas y arcos. Melkor les aconsejó portar armas. Los elfos teleri de Alqualondë no tenían otras armas que unos arcos delgados o planos.



PRIMERA EDAD DEL SOL.
Durante esta Edad los elfos usan frecuentemente dardos y jabalinas contra sus enemigos, tanto o más que arcos.
Los elfos noldor guardianes de la Quinta Puerta de Gondolín, la de Plata, son arqueros, armados en las armerías de Turgon.
En Doriath Beleg Arcofirme era el jefe de centinelas de Thingol quien tenía un gran arco de tejo negro llamado Belthronding.
Tuor cumplió quince años y fue hábil en el manejo de las armas, el hacha y el arco de los Elfos Grises.
En Nargothrond deambulaban en secreto arqueros de gran habilidad, las flechas llegaban seguras a destino y eran mortales para los intrusos en su bosque. Se les conoce por su estilo de lucha de guerrillas de emboscada y flecha.
Tal vez sea ya de esta Edad el origen de la gran reputación como arqueros de los elfos.
Los orcos de las huestes de Melko, por su parte, usan arcos de cuerno.

SEGUNDA EDAD.


Los Numenoreanos destacan porque en vez de portar espadas, tienen armas para el deporte y el pasatiempo: hachas, lanzas y arcos para tirar a pie y a caballo. Con las guerras posteriores sus arcos fueron los más temidos: 'Los Hombres del Mar', esto fue dicho, 'envían antes de ellos una gran nube, como una lluvia envuelta en serpentines, o un granizo negro volcado con acero'; y en aquel tiempo las grandes cohortes de los Arqueros del Rey usaron de acero hueco con flechas de plumas de un ana de largo, negras llenas de muchos puntos para hacer una muesca.

Por su parte los orcos lanzaban también nubes de flechas, pero no hacían mella en las armaduras de los hombres aunque finalmente a Isildur lo mata una de estas flechas.

TERCERA EDAD.



Thorin usa un arco de hueso para amedrentar a un heraldo de los hombres con una flecha que se clava en el escudo de este. Antes en el bosque negro, en cuanto llegaron a tierra preparó su arco y puso una flecha.

Los Elfos del Bosque Negro, usan en sus patrullas arcos y lanzas, con extrema precisión en sus flechas. Destaca Légolas con su vista más aguda que el resto de los elfos que de por sí tienen una vista excelente, hace su arco mortífero para los orcos y para el resto de sus enemigos. A su partida de Lórien recibió un arco como los que usan los Galadrim, más largo y fuerte que los arcos del Bosque Negro y la cuerda era de cabellos élficos. En el Abismo de Helm deseó que hubiera un centener de arqueros del Bosque Negro, que en la versión cinematográfica sí se personaron liderados por Haldir.



De los hombres del Bosque dice Gwaihir que le dispararían con esos grandes arcos de tejo pensando que iban a robarles las ovejas.

De los hombres del Valle se sabe que Bardo tiraba con un gran arco de tejo, que las tropas de la Ciudad del Lago se componen de arqueros y lanceros pero que también usan venablos y largas espadas.

Entre las filas de los rohirrim algunos esgrimían arcos, siendo unos pocos jinetes capaces de disparar hábilmente desde un caballo a la carrera. Buenos arqueros a su manera pero escasos ya que son más dados a arrojar lanzas desde sus monturas como práctica habitual.

De entre los Gondorianos destacan los Hombres de Ithilien que usan arcos grandes casi de la altura de ellos y grandes carcajes repletos de flechas largas con penachos verdes, dados a las emboscadas. En la batalla de los Campos de Pelennor participaron quinientos arqueros de las mesetas de Morthond, del ancho Valle de la Raíz Negra y tras la batalla los mumakil tenían los ojos traspasados por las flechas de los valientes. En esta batalla se dijo que hubo arqueros de la destreza de que antaño se enorgulleciera Gondor.

Los hombres salvajes del bosque Druadan usan flechas envenenadas, como los orcos.

Los hobbits. Podían manejar armas, tiraban bien con el arco pues eran de mirada certera y manos hábiles, y si cogía una piedra lo mejor era ponerse a resguardo. Enviaron algunos arqueros al Rey en la última batalla de Fornost contra el Señor Mago de Angmar, aunque nunca retornaron y no se menciona en las historias de los hombres.

Entre las huestes de la Oscuridad los más abundantes son los orcos. Usan flechas de penachos negros de forma habitual, preferiblemente en emboscadas como a la Comunidad del Anillo en el Anduin. Suelen usar ponzoñas y tiran flechas "de cualquier modo". En Cirith Ungol un rastreador portaba un arco de cuerno y el Uruk de Mordor portaba un arco a la espalda. 

Los hombres del este son arqueros a caballo y sus comandantes usan carros de guerra. Los Haradrim usan flechas y con estas hieren a Faramir.
Y esas son todas las referencias que he podido encontrar buceando en la literatura tolkieniana.

Una última cuestión significativa y que considero que hay que dejar clara es que Tolkien no describe el uso de ni una sola ballesta en toda su obra. Durante la Edad Media la ballesta tuvo muchos detractores "morales", como tal vez podamos ver en una futura entrega. Era un arma que no se consideraba digna ni caballerosa. Esto puede que influyera en el autor o puede que no, no lo sabemos. El mundo tolkieniano es bastante reacio en su idílico bucolismo a introducir ingenios mecánicos como este arma. Podríamos pensar que eran armas viles más aptas para los orcos, pero además de esa complejidad, hay que añadir que las ballestas son caras y requieren un cierto mantenimiento, lo cual las aleja de la idea de las huestes salvajes de orcos. Lo importante es que no aparecen en los libros y solo la versión cinematográfica las ha introducido en el universo tolkieniano. Por tanto su uso se ha de resaltar como algo exótico y ligado al carácter proto-industrial y artificial que le otorgan a Saruman frente a la naturaleza virgen e idealizada ligada a los héroes.  

domingo, 14 de abril de 2019

MONEDAS EN LA TERCERA EDAD DE LA TIERRA MEDIA: I.


SISTEMA MONETARIO EN LA TERCERA EDAD DE LA TIERRA MEDIA.

La moneda es una forma de dinero. El dinero tiene varias funciones. Para el propósito de esta serie de artículos nos interesaremos hoy por su función como medio de intercambio.



Tolkien cuenta poco sobre monedas. Con la referida función de medio de intercambio la única mención específica a una moneda que he podido encontrar es el precio que en Bree puso Bill Helechal a su famélico poney: 12 centavos de plata, siendo este precio el triple del valor de un poney en aquella región. Además el señor Mantecona pagó otros 18 monedas a Merry como compensación por sus 5 animales extraviados, siendo 30 centavos de plata en total. En la versión original esos centavos son llamados peniques de plata, pennies. Esta relación de cantidades también nos da casi la única mención a otra función del dinero: la fijación de precios.



En "El herrero de Wooton Major" Tolkien compara una estrella mágica del país de Fantasía con el tamaño de una moneda de 6 peniques. También se encuentran como sorpresas en una tarta monedas, una de ellas de plata siendo esa cualidad algo reseñable en cuanto al premio. En las aventuras de Tom Bombadil sabemos que alguien pobre no tiene ni un penique.



Con estas únicas referencias solo podemos elucubrar que en La Comarca y Bree se empleaba una denominación monetaria equivalente a la que conocía y usaba el propio Tolkien, es decir, el sistema monetario imperial británico basado en la libra esterlina pre 1971, fecha en la que en la pérfida Albión se pasasen al sistema decimal (por fin).

Este sistema realmente no es de elaboración puramente británico y fue instaurado por Carlomagno con otras denominaciones de monedas en el año 800, importado en el s. XV a la isla y con la gracia de que solo los británicos lo arrastraron hasta el s. XX mientras el resto del mundo civilizado adoptaba el sistema decimal. Sus equivalencias entre monedas de distintos valores es peculiar pues es una mezcolanza entre el duodecimal (base 12) y el vigesimal (base 20).

Una Libra (pound) se materializa en el Soberano de oro que equivale a 20 Chelines de plata y cada Chelín de plata a 12 peniques de bronce o cobre (según la época). Ese soberano es a su vez el valor nominal de una libra esterlina de plata fina, a saber 350 gramos. Como los ingleses son unos cachondos, además, a partir del s. XVII añadieron otra moneda de oro acuñada en metal procedente de las colonias de Guinea más puro, entrando en vigor las Guineas de oro, cuyo valor nominal era, agárrense los machos, de 21 chelines más 6 peniques (21'5 chelines), aunque con el tiempo (s. XVIII) se regularizó a simplemente 21 chelines. Sí, hijos, sí, una moneda de oro equivalía a 20 o 21 de plata, según la moneda. Esto dio lugar, en la decadente y enrarecida sociedad británica a dos tipos de pagos. A los comerciantes se les pagaba en libras y a los profesionales se les pagaba en guineas por tener un valor más caballeroso. Esto podía incluir los servicios de un dramaturgo o un caballo de carreras.

El soberano de oro pesa casi 8 gramos, tiene un grosor de milímetro y medio y diámetro de 22 así como una pureza de 22 quilates (al menos desde el s. XIX). Su símbolo es el de la libra: una £ o L adornada, heredado de la tradición romana en referencia a la balanza (inevitablemente a los romanos les meteremos mano más adelante con sus monedas). Sobre los soberanos británicos se podría hacer un artículo independiente porque su uso fue muy extendido durante la expansión colonial y da lugar a muchas anécdotas, pero me limitaré a dejar aquí su reverso con San Jorge matando al dragón que sustituye al escudo de armas real desde 1817 y es mucho más tolkieniano que otra cosa:

El chelín de plata por su parte pesa algo menos de 6 gramos siendo su grosor y diámetros algo mayores que el soberano. Esto es así porque la densidad de la plata es casi la mitad que la del oro. Su símbolo es una S que proviene de la moneda latina Solidus, que sin embargo era una moneda de oro. El chelín era la moneda de referencia de precio más común junto con el penique.

El penique británico no estaba hecho de plata como podría parecer leyendo a Tolkien, sino de bronce. Esto ya origina una discordancia importante respecto a lo que nos cuenta el señor Tolkien, pero ya veremos como los solucionaremos más adelante. Su símbolo, para no variar, es la D heredada del denier frances, a su vez referente al Denario romano, que en esta ocasión era una moneda de plata (sí, no nos olvidaremos de los romanos). Después de la decimalización de la libra en 1971 el símbolo pasó a ser la "p". 

Este sistema no decimal tan exótico determinó un sistema de precios que llegaba a tener 3 elementos, con el primero siendo el valor en libras seguido de su £, el segundo en chelines y el tercero, si era a lugar, en peniques. Posiblemente el más popularizado es el que porta el sombrero loco y su 10/6 que indica un precio de 10 chelines y 6 peniques que también se podía escribir como 10s 6 d.

- ¿Eso es todo, Amo del Calabozo? Para eso no necesitamos una habilidad de Moneda.

Je. Je. Je.

Con esos valores de referencia existían multitud de monedas de valores múltiplos y submúltiplos. Las variantes de oro eran raras, aunque existían monedas de 2 y de 5 soberanos, así como medias guineas (10 chelines y otra vez 6 peniques, claro). En plata se acuñaron monedas de 5 chelines llamadas coronas (que equivalían a un cuarto de libra), media corona (o dos chelines y medio o un octavo de libra), dos chelines (un tímido intento de decimalizar la libra) que se denominó florín y se usó poco así como también de dos florines (que equivalía a 4 chelines). Además también existían subdivisiones del chelín: el medio chelín también llamado de forma popular "sixpence" por su equivalencia a los seis peniques; un tercio de chelín llamado "fourpence" o "groat" (derivado de una moneda escocesa a su vez de valor similar) y el cuarto de chelín o "threepence".  Estas últimas se acuñaban en plata y en tamaños reducidos.

Como decía arriba, ahí tenemos una posible explicación de porqué Tolkien llama así a sus "silver pennies", puesto que había monedas de fracción de chelín, hechas en plata pero referenciadas como peniques en el uso común. Esto se repite en el Herrero de Wooton Major con expresa mención de la moneda de medio chelín denominada como seis peniques.  

Si pasamos a los cobres y los bronces entramos en el mundo de los peniques que se subdividían en medios y cuartos de penique o "farthing", aunque también hubo en colonias subdivisiones de los farthing a su vez. Para colmo algún rey más locuelo (y nazi) llegó a emitir monedas de bronce de 3 peniques que valían lo mismo que el cuarto de chelín de plata.

Oro Plata Cobre/Bronce
1 libra esterlina o soberano
4 coronas (8 medias coronas) o
10 florines o
20 chelines o
40 medios chelines (six pence) o
60 groats (cuatro peniques) o
80 three pence
240 peniques o
480 medios peniques o
960
farthings (cuartos de penique)
1 guinea 21 chelines (la madre que los parió)

Este caos de monedas era propio de un único país y sus colonias imperiales. Pero no era ni el único país que emitía monedas ni la única época en que se emitió. El sistema decimal tardó mucho en llegar y durante la mayor parte de la Edad Media se empleaban monedas de diferentes orígenes e incluso épocas coexistiendo. El valor del oro y la plata no se podían equiparar con una mera relación de 1 a 10, ni tampoco la plata y el cobre o bronce. Además las distintas densidades de estos metales determinan que las monedas no podían tener el mismo valor con tamaños similares, puesto que una moneda de oro de las mismas dimensiones pesaba casi el doble que una de plata y por tanto contenía el doble de metal precioso. Todo esto era bien sabido por los distintos gobernantes así como los usuarios de las monedas y determina una interesante y complicada trama de equivalencias monetarias. Espero que ahora entendáis porqué es necesario que tengamos una habilidad de Moneda y la situaciones variopintas que pueden determinar.

PS: A los romanos los veremos en próximas entregas, no te preocupes Alvarf el Gris.

domingo, 3 de marzo de 2019

Arcos III: Tipos. Complejidad, aquí vamos.


Como vimos en el artículo anteriorsobre los arcos simples, para aumentar la potencia de un arco no siempre era posible alargar las palas, bien por sus inconvenientes inherentes (peso, durabilidad, material, etc) o bien por las circunstancias exigidas para su uso (jinetes, por ejemplo). Adicionalmente, hoy en día se ha comprobado mediante estudios en laboratorios de ingeniería que los arcos simples no consiguen ninguna mejora en el desempeño a partir de las 120 libras de tensado. Es decir, hay un punto que ya no permite obtener mejor resultado por muy tocho que hagamos el arco si este es simple. Los arcos largos simples medievales más bestias, por otra parte, estaban entre las 80 y 120 libras de tensado máximo, lo cual coincide con la conclusión de esas pruebas. (Hoy en día se usan arcos largos de entre 30 y 55 o 60 libras como máximo, no existiendo en nuestros días tiradores de precisión capaces de superar esas fuerzas).

Dado que no se podía proseguir por ese camino para mejorar el desempeño, desde muy pronto los artesanos fabricantes de arcos comenzaron a experimentar modificaciones en sus arcos. La primera fue introducir curvas forzadas en la silueta de las palas. Algunos listones de madera, por sus características naturales, tienen cierta tendencia a producir una curvatura natural per sé en los arcos recién hechos. Esto es conocido por todos los arqueros que usan arcos monobloque. Con el tiempo, incluso, algunos arcos se dejan vencer en sentido contrario por la cuerda y adoptan la forma obligada por esta. Sin embargo, no son estos procesos a los que hacemos referencia, sino a procedimientos artificiales en la construcción que buscan optimizar las fuerzas de tensado. El mecanismo más sencillo era mediente el calentamiento de la madera, no obstante técnica harto delicada de por sí pues requiere cierta pericia para no desgraciar el arco. Calentando un segmento se podía curvar este alterando el grado de humedad de la misma y consiguiendo cierto grado de polimerización lo cual, tras crear el ángulo deseado, se mantenía al enfriarse. Con ello se conseguía una mayor fuerza de tensado sin necesidad de aumentar tanto la longitud. Esto abría el abanico a una mayor variedad de distintos tipos de arcos: angular, recurvo, reflejo (o de curva invertida), etcétera. Los arcos monobloque fueron tratados con estos procesos ya desde el Antiguo Egipto, también son los arcos clásicos mediterráneos y el ya citado arco escita con doble recurvado y se difundieron por Europa Central y del Norte durante toda la Edad Media, en especial tras el contacto de los guerreros europeos con los orientales en las Cruzadas. En Oriente Medio mantenían el uso de estas técnicas y fueron introducidas también en los arcos largos simples , aplicados a sus puntas. La producción de arcos recurvados, no obstante, requiere mayor grado de maestría y por tanto los encarece respecto a los arcos simples sin curvar. La variedad es tan extensa que no es objeto de este artículo detallarlos todos. Además, el arco recurvado suele desarrollarse más y mejor con los arcos compuestos que veremos más adelante.

Al final de nuestro artículo de los arcos simples incluíamos también una reseña sobre su mayor durabilidad a la humedad. Además esta propiedad se puede mejorar tratando la madera con ceras o incluso pintando los arcos con pigmentos que los hicieran resistentes. Los reputados arcos largos ingleses se pintaban de blanco de forma distintiva, por ejemplo. Supongo, y esto es una apreciación puramente personal, que el tipo de pigmento tendría además algún tipo de característica añadida contra plagas (insectos, moho, putrefacción, etc), puesto que muchos pigmentos de la época eran tóxicos y por tanto, plaguicidas. Otra opción era el uso de cera: inicialmente se comenzó a usar en la zona de la empuñadura, para evitar que el sudor de la palma entrase en los poros de la madera y la debilitase. Es decir, vemos como los tratamientos con otros materiales añadidos de forma superficial y elemental, existían en los arcos simples. También mencionamos en ese artículo como se aprovechaban las características diferenciales a la tensión y compresión de las distintas partes de un mismo listón de madera cortado adecuadamente. El siguiente paso lógico debió ser pensar ¿y si añadimos un material con propiedades aún más optimizadas? Ahí los artesanos comenzaron a experimentar con capas del material más elástico que conocían: el tendón animal. Y digo que el paso debió ser lógico porque se produjo de forma repetida en lugares totalmente aislados entre sí. Lo mismo en las estepas euroasiáticas que mucho más tarde en las praderas de norteamérica, los artesanos comenzaron a añadir una capa de fibras de tendón de animal a sus arcos en la zona que los entendidos denominan la "espalda", es decir, aquella que más se distiende. Esto otorgaba al arco unas propiedades de recuperación mucho mejores que en el arco simple y un mejor aprovechamiento de la fuerza, lo que los hacía más eficientes sin necesidad de alargar tanto las palas con todos sus inconvenientes.

Por otra parte, ya en algunos arcos simples se incorporaban otros elementos que reforzasen su dureza, en particular refuerzos de hueso en las puntas allí donde se anclaba la cuerda. Estos pequeños refuerzos llamados "orejas" permitían que la madera no se agrietase por una veta débil en el punto de contacto y además se podía pulir mejor para que la cuerda tampoco sufriera. En algún momento algún otro maestro artesano de las estepas se debió percatar de que esa dureza a la compresión sería ideal poder extenderla al resto del "vientre" de su arco, ya fuera el mismo hueso o, mejor aún, un buen cuerno. Nacía así el concepto de arco compuesto clásico, generalmente con vientre de cuerno y espalda de madera, siendo ésta además reforzada con tendón de animal. En otras zonas se utilizaron unidas lamas de diferentes maderas con diferentes propiedades para alcanzar un resultado similar (véanse más adelante los arcos de bambú). La idea clave es el uso de materiales diferenciales para así aprovechar las ventajas mecánicas de ambos combinadas. Pero para ello era necesario el uso de resinas o pegamentos orgánicos que permitiesen unir de forma persistente y resistente ambos materiales diferenciales a la par que soportar la fuerte distensión entre ellos. Esta unión, no obstante, constituía la mayor de sus debilidades, puesto que es susceptible a la humedad. Así, en climas húmedos los arcos compuestos ven comprometida su durabilidad.

En los materiales, como siempre, existían calidades. El cuerno básico era de buey doméstico en oriente, y cornamenta de alce o carnero de las montañas en norteamérica. Los mejores arcos persas,sin embargo se hacían con cuerno de íbice (más estilizado y naturalmente conformado). En los tendones sucedía lo mismo, siendo el básico de buey y el premium de gamo, nuevamente en el arco persa del siglo XVII.

Estos arcos compuestos requieren para su fabricación semanas de trabajo. Durante la misma se pueden adoptar curvas imposibles de alcanzar por mero recalentamiento, gracias a la aplicación de fuerzas mantenidas con poleas y pesos durante el secado natural de los materiales. Esto puede prolongar aún más su elaboración.

Véase este vídeo como muestra de la exquisita y complejísima elaboración artesanal:


Pertrechados con estos avances técnicos y tecnológicos, los artesanos desarrollaron todo tipo de variantes a lo largo de los tiempos. Arcos angulares, curvos, recurvos, reflejos, asimétricos, reforzados o a veces todo ello combinado. Así se conseguían armas que se adaptasen a necesidades específicas, principalmente que se pudiese utilizar a lomos de una montura pero conservando o incluso mejorando la potencia. La mayoría se relacionan al uso de carros de guerra o jinetes montados como sistemas de armas de la Antigüedad. Llegados a este punto sería excesivo detallar todos los arcos por lo habrá que hacer otro artículo la semana próxima.

domingo, 24 de febrero de 2019

Arcos II: Tipos. Arco simple.


Existen multitud de arcos según el tamaño de las palas, la silueta y sección de estas y la composición o materiales para su construcción, así como si están reforzados o no.

Así encontramos diferentes clasificaciones algunas de las cuales se superponen. La más elemental sería por el tamaño, que puede reducirse a arcos cortos o largos, si bien es muy relativa pues dependiendo del lugar y época donde se utilice el arco se considera largo a partir de un tamaño u otro siendo esta clasificación muy variable. Durante el medievo en la Europa continental se considera arco largo cualquiera de más de 1'2 metros y alcanzando hasta 2'1 metros, si bien para la Real Sociedad de Anticuarios de Gran Bretaña lo limitaría a aquellos entre 1'5 y 1'83 metros. Arcos largos se vienen elaborando desde el Mesolítico, existiendo ejemplares arqueológicos en lugares tan dispares como la tumba de Tutankamón o junto al cadáver del hombre de Ötzi en los alpes italianos teniendo ambos 1'8 m de longitud.


El modelo más sencillo de arco sería aquel cuyas palas están fabricadas de una sola pieza de madera. Estos arcos son llamados simples o monobloques. En principio, aumentando la longitud de las palas se consigue aumentar la fuerza de tensión, lo que produce un arma más potente. Esto aumenta el daño que causa y su alcance (sobre esto entraremos en detalle más adelante) aunque a partir de cierta longitud se corre el riesgo de que el arco se vuelva quebradizo. Para evitar esto se han de recurrir a determinadas técnicas que el artesano utilizará en función de las necesidades. Para optimizar las fuerzas de tensión y compresión de una misma pieza de madera el artesano la coloca con sus diferentes capas de duramen y albura dispuestas de manera que el duramen soporte la compresión por su mayor resistencia a esta y la albura la distensión por su mayor elasticidad. Además deberá evitar los nudos y conforme se perfeccionó la metalurgia se dispusieron de mejores herramientas metálicas, lo que permitió tallar la madera para dar mejores formas. Así el arco largo podía ser plano, con simples lamas conformando las palas o engrosado con sección en D, siendo esta última más potente. Sin embargo esa potencia se consigue haciendo el arco menos duradero, pues sufre más y además añade peso para su manejo. Otra ventaja es que de un buen tronco se pueden tallar una buena cantidad de unidades de arco. Si se aumenta la anchura de las palas también se consigue aumentar la potencia, aunque algo menos, pero al estar más distribuida la fuerza aumenta la durabilidad y reduce el peso. A cambio requiere un uso de la madera del tronco menos eficiente: de un tronco de calidad se pueden sacar menos arcos planos que gruesos.

Hablando de la madera, otro factor de vital importancia es la calidad de esta, tanto para su potencia como para su durabilidad aunque no siempre estas características puedan ir de la mano. De ahí la importancia de su eficiencia al emplear la materia prima. Los arcos simples cuanto más potentes, más sufren. La calidad y características de la madera empleada se fue haciendo patente conforme se alargaban las palas, pues con algunas se hacía excesivamente quebradizo. Determinadas maderas, en crudo, resultan poco recomendables para la construcción de arcos. Así, el refranero español aporta dos píldoras de conocimiento:
  • Arco de tejo, recio de armar y flojo de dejo.
  • Arco de tejo y cureña de serbal, cuando disparan, hecho han el mal.
Parece contradictorio cuando los reputados arcos largos ingleses son famosos por estar construidos en madera de tejo. Pues bien, esto es así porque no servía cualquier madera de tejo. La fabricación de un buen arco largo de tejo requería de maderas previamente curadas, con procesos de hasta dos años para el citado curado de la madera. La construcción en sí de un arco largo es bastante sencilla en comparación con los otros que veremos más adelante, pudiendo manufacturarse con herramientas sencillas un arco largo en un día completo con calidad aceptable. Este factor, junto con el mejor aprovechamiento de la materia prima en un mismo tronco, permitió armar con relativa economía a un ejercito de arqueros ingleses, frente a las costosas ballestas, que eran mucho más caras.


La madera más conocida sería el tejo por ser conocido que muchos arcos largos ingleses se construían en esa madera en la Baja Edad Media y principio del Renacimiento, aunque también hay constancia de que se fabricaban arcos largos engrosados en madera de boj. Otras maderas duras eran el nogal y en zonas más cálidas se fabricaban en madera de algarrobo o acacia. Es decir, en cada lugar se empleaba la madera disponible más óptima. En la Europa Septentrional que inspira la mayoría de la literatura épica en la que se fundamenta la ambientación de fantasía medieval esa madera fue principalmente la de tejo desde el Neolítico, como decimos. Esto lo sabemos gracias a que el hombre de Ötzi portaba también un arco largo de esta madera que estaba en proceso de fabricación. Previamente hay hallazgos arqueológicos de arcos largos escandinavos fabricados en madera de olmo. El tejo, por tanto es el material premium en ese entorno.

Otras maderas también empleadas han sido el pino y el arce, y en otros territorios la palma y el eucalipto. El fresno y el olmo se señalan como maderas de arcos baratos, por ejemplo.

Aunque el aumento de la longitud de las palas aporta ventajas en la potencia, lo que se traduce en más daño y mayor alcance, existen contrapartidas que ya hemos visto y algunas más. La longitud del arco determina la lentitud en la maniobra de tensado. A mayor distancia de palas, (o si estas se acortan mediante el recurvado como veremos más adelante), más lentitud en la recarga. Pero además a mayor longitud se dificulta su manejo según el entorno y las circunstancias de uso de cada pueblo le obligó a desarrollar alternativas más versatiles, que a priori determina arcos más cortos.

El ejemplo más sencillo es el de los pueblos que combatían o cazaban montados. El arco largo no se puede utilizar, en principio, a lomos de una montura. Esto obligó a multitud de pueblos en distintas localizaciones a acortar sus arcos para el tiro cabalgado. Los más famosos serían los jinetes de las estepas euroasiáticas: desde los escitas a los hunos, mongoles, etcétera. Todos ellos herederos de la tradición guerrera escita del jinete arquero. Para ello los escitas comenzaron a recurvar sus arcos, dotándoles de diferentes propiedades que veremos en otras entregas. Pero no se limitó a ese ámbito. En lugares completamente desconectados como las llanuras norteamericanas, los pueblos Lakota (Sioux) y los Comanche, optaron por recortar sus arcos cuando pudieron combatir a caballo.
Durante el periodo medieval los escandinavos en sus incursiones navales rápidas se caracterizaron por el uso eficaz del arco corto, si bien venían usando arcos largos en la zona desde el Mesolítico. Es decir, a lomos de un caballo o un camello, embarcado en un drakar o una trirreme, parapetado tras las angostas almenas de un castillo y en mil y una otras situaciones, el arco largo, excepcional en campo abierto o en un bosque no muy cerrado para cazar, se volvía torpe o incluso completamente inútil por lo que los guerreros recurrían a otras opciones más manejables.

Una característica de los arcos simples es la necesidad de descordarlos cuando no se usan, puesto que en caso contrario se deforman y pierden potencia. Antes de usar requieren el tensado y encordado, lo que supone una anticipación al mismo y puede suponer una ventaja. Si bien, en ocasiones, puede suponer una ventaja como fue en la batalla de Crécy, pues al poder descordar los arcos largos los ingleses pudieron preservarlos sus cuerdas de la fina lluvia previa al combate, lo cual les permitió conservar su capacidad intacta en el combate. No así las ballestas de los mercenarios genoveses las cuales, al estar mojadas por no ser fácilmente desmontables, perdieron alcance y esa desventaja junto a otros errores tácticos de los líderes franceses, acarrearon el desastre. La simplicidad predominó en el campo de batalla en aquella ocasión.

Para acabar con los arcos simples destacaremos algunas otras ventajas. A diferencia de los otros que se verán a continuación, el arco simple o monobloque es el más silencioso de todos. Los arcos recurvados, los reforzados y los compuestos, tienden a generar un chasquido más sonoro al liberar la saeta. Además los arcos simples o monobloque resisten bastante bien a los climas húmedos, al no tener múltiples capas de material orgánico en las que se pueda colar la humedad ambiental para pudrir los mismos. 

sábado, 2 de febrero de 2019

Arcos I: Inciso histórico reivindicativo.


Han pasado unos añitos desde que empecé a hacer artículos sobre armas aplicados a las reglas desde la correspondiente perspectiva histórica, con algunas pausas notables. En esta ocasión le ha tocado a los arcos.



Tras una profusa investigación en bibliografía académica y notas que llevo recopilando durante años, la conclusión más llamativa a la que he llegado ha sido que, como en tantas otras cuestiones, el tema de los arcos está fuertemente intoxicado por una propaganda maliciosa, concretamente el chovinismo británico. Este ha elevado a la categoría icónica el arco largo "galés" o "inglés". Como la mayoría sabréis esa aureola casi mística proviene de las sucesivas victorias inglesas sobre los altivos caballeros franceses a manos de los humildes y aguerridos arqueros ingleses durante la Guerra de los Cien Años: Crécy, Poitiers y Agincourt. Si bien es cierto que el uso del arco largo aportó determinadas ventajas en el campo de batalla, estas no vinieron tanto de las características técnicas individuales del arma en cuestión sino de su uso táctivo masivo en voleas y la disposición de este en el campo de batalla que permitió atacar a las monturas de la lenta caballería pesada francesa en sus flancos entre otros muchos factores que se dieron lugar en aquellos conflictos. Y es que el arco largo no supuso ninguna revolución técnica militar en aquella época. Ya el arco largo del hombre neolítico de Ötzi, de hace 5.300 años, medía 1'82 metros de largo y estaba elaborado de una pieza de tejo con sección en D y tenía pocas diferencias con los arcos largos galeses usados en aquellas famosas batallas.



El imaginario nacionalista inglés ha aumentado la leyenda en beneficio de su orgullo, situando los orígenes del gesto de la victoria en relación a la amenaza francesa de amputar esos dos dedos a los arqueros cuando venciesen en Agincourt y el gesto de desafío de esos mismos arqueros tras prevalecer dio lugar al "saludo del longbowman". No está claro si la amenaza era real o un ardid del rey Enrique V quien lo introdujo en su arenga previa a la batalla simplemente para enardecer a sus tropas. Posteriormente fue rescatado para al aprovechamiento propagandista por Churchill en la campaña de resistencia durante la IIGM, si bien el mensaje de Churchill fue realmente inspirado por la resistencia belga que venía usando la V desde años antes y la conexión con los legendarios arqueros no fue más que un aprovechamiento oportunista, una vez más.

Sin embargo Churchill no hizo más que recoger el testigo de otros militares chovinistas y mitómanos ingleses como el general y arqueólogo Augustus Henry Pitt-Rivers, que fue quien ya a finales del siglo 19 afirmaba que los arcos compuestos eran producto de gentes que vivían en areas donde no existía madera apropiada para hacer arcos. La relevancia de esta aseveración radica en que fue precisamente este insigne caballero quien introdujo en la arqueología el término "arco compuesto" ("composite bow" en inglés). Sin embargo su presuntuosa premisa resulta ser falsa cuando, precisamente, en esos territorios existe desde siempre maderas ideales para ello y de hecho se fabrican arcos de ambos tipos como podemos ver ya en las tumbas de los faraones egipcios. Más bien al contrario, el arco largo no es la cima de la producción de los fabricantes de arcos de la historia, si no más bien una imposición climática. Allí donde no se pueden emplear o no se puede costear la construcción de los mejores arcos compuestos, se recurre a ese arco.  

El mundo del rol, con sus profundas raíces anglosajonas, está ampliamente influenciado por ese legendario construido alrededor del "arco largo inglés" y le otorga unas propiedades en ocasiones desproporcionadas fruto de ese chovinismo anglosajón que vengo mencionando. Y es que no hay nada como la propaganda británica.

En las próximas entregas intentaremos abarcar un repaso histórico que nos permita establecer una valoración adecuada de todos los tipos de arcos sin desmerecer ninguno.