martes, 27 de marzo de 2012
Adel, ese friki
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miércoles, 21 de marzo de 2012
Friedrich der Grosse (y II).
Tras un comienzo de campaña
titubeante, en el que sufre una dura derrota en Kolín que lo obliga a
replegarse, Federico el Grande ve como su territorio es invadido desde tres
frentes distintos. Franceses desde el oeste, austríacos desde el sur y rusos
desde el este, lanzan sus ejércitos contra Prusia. El monarca alemán soporta
una clara inferioridad numérica, pero opta por una estrategia activa y directa,
saliendo al paso de cada uno de los ejércitos enemigos, con rápidos movimientos
internos, y destruyéndolos uno a uno por separado, dejando para la historia una
campaña brillante y alguna batalla digna de estudio.
El 5 de noviembre de 1757 el rey
prusiano desplaza su ejército hacia la población de Rossbach, en Silesia, donde
se planta ante el ejército franco-imperial que pretendía reconquistar el
territorio. Los aliados doblaban en número a los prusianos e iniciaron el
ataque intentando realizar un movimiento de flanqueo alrededor de unas colinas,
en lugar de un ataque frontal. La lentitud del avance aliado, la rapidez en la
toma de decisiones por parte del general prusiano y la rápida capacidad de
maniobra de sus tropas, fueron decisivas. Federico II ordenó replegarse a sus tropas
de forma paralela al avance enemigo y tomar posiciones en las colinas, desde
donde lanzó un contundente ataque que destrozó al ejército aliado mal
desplegado. Los prusianos sufrieron quinientas bajas, franceses e imperiales
perdieron unos diez mil hombres entre muertos y heridos.
Neutralizado este frente, en
pleno invierno, y tan sólo un mes después de Rossbach, Federico el Grande
dirige su ejército contra el grueso del ejército imperial, acantonado cerca de
Leuthen, en Silesia. Los austríacos sitúan sus tropas en dos líneas,
protegiendo su flanco izquierdo con unas colinas. El rey prusiano ordena a una
pequeña parte de su ejército que se despliegue de forma paralela a los
austríacos, aprovechando el terreno abrupto y la niebla para ocultar su número
y lanzando un pequeño avance hacia el ala derecha enemiga, a donde se desplaza
entonces la mayor parte de la caballería austríaca. Entre tanto, demostrando
otra vez la superioridad prusiana en orden de marcha, el grueso del ejército de
Federico II realiza una maniobra de flanqueo oculta por las colinas,
apareciendo de forma sorpresiva entre ellas y desplegado en orden de batalla
perpendicular al ala izquierda austríaca. Aunque el general austríaco intentó
replegar sus líneas, el decidido ataque prusiano en orden oblicuo desbarató sus
movimientos y su ejército se descompuso. Federico el Grande dio un día de
descanso a sus tropas y luego comenzó una concienzuda persecución de los
dispersos restos del ejército enemigo explotando al máximo su victoria. Los
prusianos tuvieron unas 5000 bajas, mientras que los imperiales tuvieron unas
30000 entre muertos, heridos y prisioneros. Napoleón, un gran admirador y
estudioso de Federico el Grande, dijo de la batalla de Leuthen que era una obra
maestra de movimientos, maniobras y resolución.
Tras sus éxitos contra franceses
y austríacos, aún quedaba el problema del avance ruso por el este, el cual se
solventaría en el verano de 1758, con la victoria prusiana en Zondorf, en Polonia
occidental. En apenas seis meses, Federico el Grande consiguió tres victorias
sobre ejércitos aliados enemigos, en tres frentes distintos, todas ellas en
inferioridad numérica, resolviendo alguna de forma brillante con reducidas
bajas. Aunque estas victorias no zanjaron la guerra de forma inmediata, sumadas
a otras posteriores, permitieron a Prusia mantenerse en la desigual lucha. Si
bien Federico II sufrió también alguna dolorosa derrota, como la de Kunersdorf,
supo siempre recobrarse con rapidez de las adversidades inspirando una mezcla
de temor y respeto en sus adversarios. Esto último fue determinante para la
retirada rusa del conflicto.
En enero de 1762 Rusia ocupaba Prusia Oriental, incluyendo Berlín, y
amenazaba con continuar su avance hacia el oeste, de forma coordinada con los
austríacos. Tras varios años de conflicto Prusia estaba extenuada económica y
militarmente, sin embargo, ocurrió lo que dio en llamarse el “Milagro de la Casa de Brandemburgo”: la
muerte, a los cincuenta y dos años, por enfermedad, de la zarina Isabel I de
Rusia. Su sucesor, Pedro III, era un germanófilo admirador de Federico II que
no tardó mucho en negociar el fin de las hostilidades con el monarca prusiano,
cuando éste más lo necesitaba.
Entre tanto, franceses y británicos
habían estado varios años repartiéndose estopa por medio mundo, desde la India a Norteamérica, donde
tras algunas derrotas iniciales los británicos consiguieron imponerse con la
conquista final de Pondicherry y Quebec, respectivamente. En
Europa, tropas anglo-hannoverianas vencieron también a los franceses, lo que
sumado a la retirada rusa, abría la posibilidad de un contraataque prusiano en
todo el frente oeste. Ante el riesgo de verse atacados en su propio territorio,
franceses y austríacos capitularon. Los Tratados de París y Hubertusburgo, de 1763, ponían fin a la Guerra de los Siete Años,
donde la mayor parte de la factura la pagaría Francia, dejando en manos de los
ingleses importantes territorios como Canadá, Senegal y la mayoría de sus dominios
indios. Prusia, por su parte, consigue mantener el control sobre la deseada
Silesia y se ve reconocida ya como potencia europea, apenas sesenta años
después de haber nacido como reino.
A partir de este momento,
Federico el Grande optó en el plano internacional por una política más
conservadora que afianzara su situación y permitiera recuperarse a su país de
tantos años de guerra. De este modo, concertó en 1772 con Austria y Prusia el
Primer reparto de Polonia, que supuso el desmembramiento de la República de las Dos Naciones. El rey prusiano hizo realidad su sueño de unir
territorialmente Prusia Oriental y Brandeburgo sin tener que pegar un solo
tiro. Sin embargo, pese a los acuerdos en el este, Austria seguía siendo el
gran enemigo prusiano, principalmente por la amenaza que para ella suponía la
preeminencia prusiana sobre los estados alemanes. Así, una crisis sucesoria en
Baviera provocó una nueva guerra austro-prusiana entre 1778 y 1779, pero las
potencias europeas no tenían las mismas ganas de guerrear que unas décadas
antes, por lo que el conflicto, que fue apodado guerra de la patata, se limitó
a escaramuzas para cortarse los suministros y muchos movimientos diplomáticos
con mediación francesa y rusa, finalizando con acuerdos y compensaciones de
consenso.
En 1786 fallecía Federico II el
Grande, sin descendencia. Fue sucedido por su sobrino Federico Guillermo II
quien durante su breve reinado consiguió dejar al estado en bancarrota y
desatender al ejército de forma alarmante, algo que pagarían caro los prusianos
cuando Napoleón Bonaparte se hizo con el trono francés unos años más tarde.
martes, 20 de marzo de 2012
Friedrich der Grosse (I).
En 1618 el Electorado de
Brandeburgo y el Ducado de Prusia se unieron bajo la dinastía Hohenzollern. A finales de la centuria, Federico
Guillermo I de Brandeburgo, un hábil político conocido como el “Gran Elector”, ya había sentado las bases de lo que sería el
futuro reino prusiano. En 1701, su hijo, Federico I, conseguía del emperador
del Sacro Imperio Romano Germánico el consentimiento para tomar el título de
rey de Prusia, a cambio de su apoyo militar en el complejo conflicto europeo en
que se convirtió la Guerra
de Sucesión Española. El nuevo reino consiguió reconocimiento internacional a
partir del Tratado de Utrecht.
A comienzos del siglo XVIII
Prusia era un reino formado por territorios pobres, fragmentados y de escasa
población que, para colmo de males, fue azotado por la peste bubónica. Por si
faltaba alguna calamidad, el país se vio inmerso en el escenario bélico de la
Gran Guerra del Norte. La derrota sueca en la
contienda permitió al nuevo monarca, Federico Guillermo I de Prusia, expandirse
hacia Pomerania. Punto fuerte de la gestión de los primeros reyes prusianos fue
una mejora constante de la administración, especialmente financiera, así como
la formación de un poderoso ejército, con los cuales pudieron mantener y
defender la cohesión nacional.
Para disgusto de Federico Guillermo
I, conocido como el “Rey Sargento”, su hijo Federico, no recibió la férrea
educación que para él tenía pensada, sino una blanda educación afrancesada auspiciada
por su madre y más acorde a la sensibilidad del heredero al trono. Las
relaciones entre padre e hijo fueron siempre tensas, volviéndose dramáticas
cuando el joven príncipe intentó fugarse a Inglaterra con un teniente prusiano
con el que mantenía una relación sentimental. El rey ordenó que decapitaran al
teniente, mientras que su hijo fue encarcelado y apartado de la línea sucesoria
temporalmente.
Años después, Federico Guillermo
I aceptó reponer a su hijo en sus derechos dinásticos, si bien no consiguió,
pese a sus esfuerzos, endurecer el carácter del joven, quien era aficionado a
la música, la poesía y la filosofía. Obligado a casarse por su padre con una
noble prusiana, el príncipe desterró a su mujer a un castillo remoto al que no
se acercó en toda su vida ni para hacerle un heredero. Tras la muerte de su
padre, en 1740, fue coronado Federico II, el cual sería conocido como el
“Grande”, uno de los mayores genios militares de la Historia y célebre rey
prusiano.
Durante su extenso reinado, de
cuarenta y seis años, Federico II realizó una profunda transformación interna
de Prusia. Fomentó la colonización de las zonas más deprimidas del reino,
procediendo a desecar marismas y ampliar las tierras de cultivo, propiciando un
espectacular incremento de la población, la cual se duplicó. Por otro lado, fortaleció la industria, modernizándola
y articulando un sistema aduanero proteccionista. Mejoró la gestión
administrativa, financiera y judicial, promulgando un código legislativo,
aboliendo la tortura y promoviendo cierta independencia judicial. Se mostró
como un gran defensor de la ciencia y la cultura, estableciendo la
obligatoriedad de la educación primaria, y dejando que todo el país se impregnase
de las corrientes culturales provenientes de Francia. Todos estos avances los
ejerció siendo paradigma del despotismo ilustrado que se extendía por las
principales cortes europeas de la época, consagrando, eso sí, los privilegios
de la nobleza prusiana, de la cual dependía la cohesión política y militar del
reino.
Pero Federico el Grande no es recordado
tanto por las profundas reformas internas que acometió en su país como por su
política exterior expansionista, que supo defender de modo brillante, en el
plano militar, frente a las poderosas naciones continentales que le hicieron
frente.
En octubre de 1740, unos meses
después de la coronación de Federico II en Prusia, fallecía en Viena el
emperador Carlos VI, dejando en el trono de Austria y Hungría a su hija María
Teresa I. La joven heredaba unos estados arruinados económicamente y con un
ejército débil, a lo que debía sumarse su escasa experiencia política y la
falta de lealtad de numerosos súbditos influyentes. La debilidad del gobierno
austríaco coincidía con la llegada al poder de Federico II, una guerra
anglo-española en el Caribe, fuertes tensiones coloniales anglo-francesas, exigencias
territoriales españolas en Italia, y la reclamación de los príncipes electores
de Baviera y Sajonia a hacerse con la corona del Sacro Imperio Romano
Germánico, cuestionando los derechos hereditarios de María Teresa I. De esto
modo, Austria se convirtió, por su debilidad interna, en el centro de gravedad
de la política internacional europea.
El 16 de diciembre de 1740,
apenas nueve meses después de su subida al trono, Federico II de Prusia, sin
previa declaración de guerra, ordena la invasión de Silesia, un rico territorio
protestante bajo dominio Habsburgo, precipitando con ello el estallido de la Guerra de Sucesión
Austríaca. La guerra en Silesia se sustanció simultáneamente con otros
escenarios bélicos, desde el Caribe, a Norte América o la India. Los dos bandos
enfrentados estaban formados por Prusia, Francia, España, Sajonia, Baviera y
Cerdeña, de un lado, y por Austria, Provincias Unidas y Gran Bretaña, de otro.
Sin entrar a analizar el complejo desarrollo de todo el conflicto internacional,
cabe destacar que la guerra en Silesia se sustanció en dos campañas, finalizando
ambas con efímeros tratados de paz.
El ejército prusiano demostró en
sucesivas batallas ser el mejor de su época. Federico el Grande había heredado
de su padre un ejército bien organizado y disciplinado, con unos mandos
profesionales muy eficientes, entre los que destacan figuras como Leopoldo
de Anhalt-Dessau, uno de los grandes
artífices de la supremacía militar prusiana de la época. El mérito del monarca
no se basa tanto en desarrollar unas técnicas de combate novedosas, sino en
perfeccionar las ya existentes y aplicar unas tácticas en el campo de batalla
que explotaban al máximo sus ventajas. Realizando una actualización del orden
oblicuo de Epaminondas, el cual revolucionó las tácticas militares del siglo IV
a.C., Federico el Grande encontró la clave para optimizar el uso de su ejército
y llevarlo a la victoria en sucesivas batallas.
A finales del siglo XVII se
desarrolla un nuevo mosquete de chispa que mejora la distancia y la candencia
de disparo, complementado con la introducción del cartucho de papel y la
bayoneta, así como las nuevas baquetas metálicas de origen prusiano. Las
mejoras técnicas llevan a que los ejércitos apliquen tácticas de infantería
lineales, con apoyo de una artillería más liviana y unidades de caballería,
divididas en escuadrones de choque para carga directa y escuadrones ligeros de
reconocimiento. La infantería se dispone por los prusianos en tres líneas las
cuales, tras un intenso adiestramiento, eran capaces de realizar de tres
a cinco disparos por cada dos de sus adversarios. A ello se suma una meticuloso
entrenamiento en los movimientos en grupo, introduciendo los prusianos la
marcha rítmica, alcanzando con ello gran pericia, entre otros, en el
cambio de la línea de batalla a columna y a la inversa, con solo una
conversión. Tanto la alta cadencia de tiro como la excepcional capacidad
de maniobra de la infantería prusiana fueron determinantes para imponerse en el
campo de batalla. Los prusianos optimizan su ejército también fortaleciendo la
intendencia, estandarizando equipos y mejorando los suministros. Del mismo modo
crean unidades de élite como los granaderos, los húsares o la artillería
montada, cuyas singularidades mejoran el rendimiento de todo el ejército.
María Teresa I dedicó el período
de entreguerras a reforzar el ejército austríaco y a sellar alianzas
internacionales para aislar diplomáticamente a Prusia, con el objetivo de
recuperar Silesia. Federico II, previendo el ataque, decide adelantarse a sus
enemigos y en 1756, nuevamente sin declaración de guerra, invade Sajonia,
aliada de Austria. La tercera guerra por Silesia desencadena entonces la que
sería conocida como la Guerra
de los Siete Años, un nuevo conflicto internacional donde se reposicionan las
alianzas previas. En esta ocasión, Gran Bretaña apoya a Prusia, junto a Hanover
y Portugal, mientras que el bloque aliado de Austria presenta un mayor peso
relativo con el apoyo de Francia, España, Rusia, Sajonia y Suecia. Prusia se
encontraba prácticamente rodeada de enemigos y el genio militar de Federico el
Grande dio lo mejor de sí para obtener la victoria en el conflicto.
martes, 13 de marzo de 2012
Zombies en Lugo
Aprovechando la moda zombie que parece que se está imponiendo últimamente (gracias a los primigenios que los zombies están arrasando al ciertos vampiros de los que no quiero hablar) los chicos de cool films han montado este pequeño anuncio no apto para la hora de la cena. Espero que lo disfrutéis.
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cine friki,
la fijacion friki con los zombis
domingo, 11 de marzo de 2012
Arkham Horror
Una de las grandes ventajas de tener un grupo de amigos frikis de toda la vida es que te permite explorar tu frikismo hasta límites insospechados. Además cuando este frikismo paralelo tiene además que ver con los mundos de H.P. Lovecraft con todo el tiempo que les hemos dedicado pues muchísimo mejor.
Para empezar se trata de un juego cooperativo, en el que los jugadores pelean contra todos los peligros que el azar va poniéndoles por delante, monstruos, sectarios, portales... y para finalizar un primigenio con ganas de hacerse con el control de nuestro mundo. Para luchar contra ellos disponemos de armas hechizos y un montón de ayudas y trabas que nos iremos encontrando en las distintas localizaciones de la imaginaria ciudad de Arkham, Massachusetts.
Además de la temática el juego tiene bastante calidad, las fichas, el desarrollo de la trama y el tablero se ve que están cuidados. A nivel de juego es accesible, las reglas no son excesivamente complejas y no es demasiado difícil ganar (nosotros ganamos a pesar de no haber realizado ningún tipo de estrategia, eso sí, contra el primigenio menos poderoso).
El juego tiene edición en español que venden desde edge entertainment por unos 55€, que tampoco me parece una barbaridad. Su punto negativo probablemente sea su sencillez, que a los más curtidos no le gustará, aunque estoy completamente seguro de que las expansiones lo harán un juego apasionante.
Para empezar se trata de un juego cooperativo, en el que los jugadores pelean contra todos los peligros que el azar va poniéndoles por delante, monstruos, sectarios, portales... y para finalizar un primigenio con ganas de hacerse con el control de nuestro mundo. Para luchar contra ellos disponemos de armas hechizos y un montón de ayudas y trabas que nos iremos encontrando en las distintas localizaciones de la imaginaria ciudad de Arkham, Massachusetts.
Además de la temática el juego tiene bastante calidad, las fichas, el desarrollo de la trama y el tablero se ve que están cuidados. A nivel de juego es accesible, las reglas no son excesivamente complejas y no es demasiado difícil ganar (nosotros ganamos a pesar de no haber realizado ningún tipo de estrategia, eso sí, contra el primigenio menos poderoso).
El juego tiene edición en español que venden desde edge entertainment por unos 55€, que tampoco me parece una barbaridad. Su punto negativo probablemente sea su sencillez, que a los más curtidos no le gustará, aunque estoy completamente seguro de que las expansiones lo harán un juego apasionante.
miércoles, 7 de marzo de 2012
Portal: No Escape
Dan Trachtenberg es un director que ha pasado la mayor parte de su carrera creando anuncios para grandes marcas comerciales (Coca-Cola, Nike, ...) pero además este hombre tiene su corazoncito friki y ha participado en alguna producción como Hellboy II, y algunas producciones directamente para internet.
Hace unos meses nos sorprendió con este corto basado el el fantástico Portal, si no habéis jugado probablemente os anime a hacerlo. Si ya habéis disfrutado de este juego tan original reconoceréis alguno de los problemas a los que os habéis enfrentado en las situaciones en las que nos presentan a la protagonista.
Hace unos meses nos sorprendió con este corto basado el el fantástico Portal, si no habéis jugado probablemente os anime a hacerlo. Si ya habéis disfrutado de este juego tan original reconoceréis alguno de los problemas a los que os habéis enfrentado en las situaciones en las que nos presentan a la protagonista.
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