domingo, 3 de marzo de 2019

Arcos III: Tipos. Complejidad, aquí vamos.


Como vimos en el artículo anteriorsobre los arcos simples, para aumentar la potencia de un arco no siempre era posible alargar las palas, bien por sus inconvenientes inherentes (peso, durabilidad, material, etc) o bien por las circunstancias exigidas para su uso (jinetes, por ejemplo). Adicionalmente, hoy en día se ha comprobado mediante estudios en laboratorios de ingeniería que los arcos simples no consiguen ninguna mejora en el desempeño a partir de las 120 libras de tensado. Es decir, hay un punto que ya no permite obtener mejor resultado por muy tocho que hagamos el arco si este es simple. Los arcos largos simples medievales más bestias, por otra parte, estaban entre las 80 y 120 libras de tensado máximo, lo cual coincide con la conclusión de esas pruebas. (Hoy en día se usan arcos largos de entre 30 y 55 o 60 libras como máximo, no existiendo en nuestros días tiradores de precisión capaces de superar esas fuerzas).

Dado que no se podía proseguir por ese camino para mejorar el desempeño, desde muy pronto los artesanos fabricantes de arcos comenzaron a experimentar modificaciones en sus arcos. La primera fue introducir curvas forzadas en la silueta de las palas. Algunos listones de madera, por sus características naturales, tienen cierta tendencia a producir una curvatura natural per sé en los arcos recién hechos. Esto es conocido por todos los arqueros que usan arcos monobloque. Con el tiempo, incluso, algunos arcos se dejan vencer en sentido contrario por la cuerda y adoptan la forma obligada por esta. Sin embargo, no son estos procesos a los que hacemos referencia, sino a procedimientos artificiales en la construcción que buscan optimizar las fuerzas de tensado. El mecanismo más sencillo era mediente el calentamiento de la madera, no obstante técnica harto delicada de por sí pues requiere cierta pericia para no desgraciar el arco. Calentando un segmento se podía curvar este alterando el grado de humedad de la misma y consiguiendo cierto grado de polimerización lo cual, tras crear el ángulo deseado, se mantenía al enfriarse. Con ello se conseguía una mayor fuerza de tensado sin necesidad de aumentar tanto la longitud. Esto abría el abanico a una mayor variedad de distintos tipos de arcos: angular, recurvo, reflejo (o de curva invertida), etcétera. Los arcos monobloque fueron tratados con estos procesos ya desde el Antiguo Egipto, también son los arcos clásicos mediterráneos y el ya citado arco escita con doble recurvado y se difundieron por Europa Central y del Norte durante toda la Edad Media, en especial tras el contacto de los guerreros europeos con los orientales en las Cruzadas. En Oriente Medio mantenían el uso de estas técnicas y fueron introducidas también en los arcos largos simples , aplicados a sus puntas. La producción de arcos recurvados, no obstante, requiere mayor grado de maestría y por tanto los encarece respecto a los arcos simples sin curvar. La variedad es tan extensa que no es objeto de este artículo detallarlos todos. Además, el arco recurvado suele desarrollarse más y mejor con los arcos compuestos que veremos más adelante.

Al final de nuestro artículo de los arcos simples incluíamos también una reseña sobre su mayor durabilidad a la humedad. Además esta propiedad se puede mejorar tratando la madera con ceras o incluso pintando los arcos con pigmentos que los hicieran resistentes. Los reputados arcos largos ingleses se pintaban de blanco de forma distintiva, por ejemplo. Supongo, y esto es una apreciación puramente personal, que el tipo de pigmento tendría además algún tipo de característica añadida contra plagas (insectos, moho, putrefacción, etc), puesto que muchos pigmentos de la época eran tóxicos y por tanto, plaguicidas. Otra opción era el uso de cera: inicialmente se comenzó a usar en la zona de la empuñadura, para evitar que el sudor de la palma entrase en los poros de la madera y la debilitase. Es decir, vemos como los tratamientos con otros materiales añadidos de forma superficial y elemental, existían en los arcos simples. También mencionamos en ese artículo como se aprovechaban las características diferenciales a la tensión y compresión de las distintas partes de un mismo listón de madera cortado adecuadamente. El siguiente paso lógico debió ser pensar ¿y si añadimos un material con propiedades aún más optimizadas? Ahí los artesanos comenzaron a experimentar con capas del material más elástico que conocían: el tendón animal. Y digo que el paso debió ser lógico porque se produjo de forma repetida en lugares totalmente aislados entre sí. Lo mismo en las estepas euroasiáticas que mucho más tarde en las praderas de norteamérica, los artesanos comenzaron a añadir una capa de fibras de tendón de animal a sus arcos en la zona que los entendidos denominan la "espalda", es decir, aquella que más se distiende. Esto otorgaba al arco unas propiedades de recuperación mucho mejores que en el arco simple y un mejor aprovechamiento de la fuerza, lo que los hacía más eficientes sin necesidad de alargar tanto las palas con todos sus inconvenientes.

Por otra parte, ya en algunos arcos simples se incorporaban otros elementos que reforzasen su dureza, en particular refuerzos de hueso en las puntas allí donde se anclaba la cuerda. Estos pequeños refuerzos llamados "orejas" permitían que la madera no se agrietase por una veta débil en el punto de contacto y además se podía pulir mejor para que la cuerda tampoco sufriera. En algún momento algún otro maestro artesano de las estepas se debió percatar de que esa dureza a la compresión sería ideal poder extenderla al resto del "vientre" de su arco, ya fuera el mismo hueso o, mejor aún, un buen cuerno. Nacía así el concepto de arco compuesto clásico, generalmente con vientre de cuerno y espalda de madera, siendo ésta además reforzada con tendón de animal. En otras zonas se utilizaron unidas lamas de diferentes maderas con diferentes propiedades para alcanzar un resultado similar (véanse más adelante los arcos de bambú). La idea clave es el uso de materiales diferenciales para así aprovechar las ventajas mecánicas de ambos combinadas. Pero para ello era necesario el uso de resinas o pegamentos orgánicos que permitiesen unir de forma persistente y resistente ambos materiales diferenciales a la par que soportar la fuerte distensión entre ellos. Esta unión, no obstante, constituía la mayor de sus debilidades, puesto que es susceptible a la humedad. Así, en climas húmedos los arcos compuestos ven comprometida su durabilidad.

En los materiales, como siempre, existían calidades. El cuerno básico era de buey doméstico en oriente, y cornamenta de alce o carnero de las montañas en norteamérica. Los mejores arcos persas,sin embargo se hacían con cuerno de íbice (más estilizado y naturalmente conformado). En los tendones sucedía lo mismo, siendo el básico de buey y el premium de gamo, nuevamente en el arco persa del siglo XVII.

Estos arcos compuestos requieren para su fabricación semanas de trabajo. Durante la misma se pueden adoptar curvas imposibles de alcanzar por mero recalentamiento, gracias a la aplicación de fuerzas mantenidas con poleas y pesos durante el secado natural de los materiales. Esto puede prolongar aún más su elaboración.

Véase este vídeo como muestra de la exquisita y complejísima elaboración artesanal:


Pertrechados con estos avances técnicos y tecnológicos, los artesanos desarrollaron todo tipo de variantes a lo largo de los tiempos. Arcos angulares, curvos, recurvos, reflejos, asimétricos, reforzados o a veces todo ello combinado. Así se conseguían armas que se adaptasen a necesidades específicas, principalmente que se pudiese utilizar a lomos de una montura pero conservando o incluso mejorando la potencia. La mayoría se relacionan al uso de carros de guerra o jinetes montados como sistemas de armas de la Antigüedad. Llegados a este punto sería excesivo detallar todos los arcos por lo habrá que hacer otro artículo la semana próxima.