Tras rescatar a vuestras compañeras cautivas, escapais a todo correr del lugar, dejando ese barrio atrás. Os preocupa su nuevo estado, pero no hay tiempo para eso. Están aún en shock y a penas las podeis arrastrar con vosotros entre las ruinas de los callejones desiertos. Os internais en edificios semiderruidos y os escurris por entre los escombros hasta que terminais alcanzando el unico punto relativamente seguro que conoceis, el barrio residencial donde se asientan los lugareños.
Al llegar os reciben como si supiesen lo sucedido. Os agradecen que los hayais librado de la amenaza y aunque parecen trastornados por la perdida de la madre y los crios, no os hacen ningún reproche. Parece ser que oyeron las explosiones y tras eso, los bichejos empezaron a caer como atontados entre extrañas descargas eléctricas y fueron muriendo. Os dicen que podeis quedaros alli hasta que os recupereis. Os entregan el combustible pactado y os ofrecen armas largas para los que no tengan ya alguna y algo de munición. También se ofrecen a prestaros su ayuda si necesitais asistencia sanitaria, una semana de raciones para cada uno e insisten en que os quedeis a descansar en la casa donde os alojasteis la primera noche hasta que os recupereis.
[Quién no tenga arma larga puede escoger una entre rifles de tubo de diversa factura, alguna carabina de calibre pequeño y un par de escopetas de cartuchos de un cañón, una del 12 y otra que parece algo más pequeña; si escogeis un calibre del que no tengais munición, tienen una media caja de cada para daros].
Esa noche organizan una especie de sencillo banquete en vuestro honor, aunque está claro que sus provisiones no son manjares precisamente. Sacan sillas a la calle, se improvisan unas mesas y cuelgan unos farolillos de papel, que dan un aspecto festivo al vecindario. El ambiente es distendido y los niños parecen alegres correteando por fin al aire libre sin miedo a los engendros voladores. Parece como si las risas recuperasen sus dominios con timidez. Los adultos no están tan animados, pero al menos no se les ve tan preocupados como cuando los conocisteis. En sus rostros se nota el pesar pasado que vuestra hazaña no ha conseguido borrar del todo, aunque parece que les habeis aportado una esperanza inesperada.
Estais agotados y algunos muy malheridos, la fiesta puede seguir sin vosotros o podeis quedaros alli un rato más.
<¿Qué decidis?>
viernes, 30 de enero de 2009
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3 comentarios:
Puma Rojo agradece el cálido recibimiento y los suministros que nos ofrecen. En cualquier caso, y dadas mis heridas --como las del resto-- supongo que lo primero que preciso es tranquilidad y alguien con capacidades de curación extremas, como he visto emplear a Sam y a Gorrión. En cuanto al equipo, ya que poseo armas largas, devuelvo a Sam la escopeta de dos cañones que me prestó y me quedo con la del esbirro caido. Del botín, ya que me quedé antes con un kevlar, sólo me interesaría un par de botas y un casco de los buenos, entregando a quien lo necesitara el que actualmente llevo, y ofrciendo mi armadura de cuero a quien la precise. Aceptaría también algo de munición. De lo demás, ya que a mi no me interesan esas cosas, pues casi que ni me preocupo...
Bajo la liz de la fogata y una vez curados, cuento a mis compañeros de fatigas mi breve historia y me ofrezco a acompañarlos por el mundo exterior...
"""Los espíritus son sabios, a ellos nada se les escapa. Igual que el espíritu del agua que limpia toda la inmundicia cuando te sumerjes en ella río arriba, igual que el espíritu del aire que al subir al otero allá en las praderas llena los pulmones de aire refrescante, así es el espíritu que Manitu infunde en las personas, y al cual nosotros moldeamos en la medida de lo posible, tensando las cuerdas de la vida con nuestro entendimiento y voluntad.
El espíritu del libro rojo también es sabio, aunque ese no lo puso ahí Manitú, sino un forastero que se llamaba Mao. Gracias a ese libro aprendí que los demonios que ensucian el espíritu de la persona son el individualismo, la acaparación y la falta de disciplina; gracias a ese libro, también, aprendí las letras del hombre blanco, y averigüé que Urta Aguila-Culebrera no hacía que Manitú hablara sino que hablaba otro ser llamado "Philips" cuando se le invocara apretando "Play", y ese ser es maligno, Mao lo dice --o lo diría si lo conociera.
Así que yo, Puma Rojo, del poblado del arroyo de las chumberas, hijo de Turo Búfalo-Bramador, de la gran tribu Cherokee, decidí poner en evidencia ante el consejo de la aldea que Urta Aguila-Culebrera es un farsante, pero el consejo desoyó mis palabras; dijeron que aún soy joven e inexperto y no me he ganado un nombre, y mientras no fuera poderoso no podría volver y desafiar a Urta Aguila-Culebrera que mientras seguiría haciendo hablar a Philips y destilando agua de fuego para la tribu. El agua de fuego produce que los espíritus malignos entren en por la boca del hombre, y cuando entran en exceso desplazan al espíritu que infundió Manitú; y eso no lo quieren ni Manitú ni Mao--bueno, a este realmente creo que le da igual, pero porque no conoce a Urta Aguila-Culebrera.
El consejo, en su sabiduría, me dijo que saliera del poblado a reflexionar, que escuchara los susurros del viento y el rumor del arroyo; que incluso conociera los peligros del hombre blanco que vive más allá del río y si dentro de diez lunas estaba vivo y había vuelto con el espíritu forjado en metal duro como el que cae del cielo, se me permitiría retar al brujo y desenmascarar su pérfida naturaleza, entonces me impondrían un nombre y podría llevar sobre mis hombros la capa de Búfalo que hasta hoy porta mi padre.
Esa noche tomé el palo de fuego, con el que me gané la reputación de buen cazador; me enfundé en mi jubón de cuero, apreté mis mocasines y marché a la luz de la luna por las praderas, hasta llegar a esta aldea... lo demás ya lo conoceis"""
Hans B. se tumba al lado de Puma Rojo a escuchar su historia.
Como es más larga de lo que pensaba, me quedo amodorrado y me pierdo parte del relato, pero cuando recupero la conciencia en el duermevela, le hago alguna pregunta y le pido que repita los pasajes que me he perdido.
Me interesa la historia, pero estoy reventado.
No sólo no cojo armas de esta gente, sino que estoy dispuesto a darles algo de lo que lleve encima con tal de quedarme aquí más días.
Propongo que en lugar de una semana, pasemos aquí un mes, que es lo que calculo que deberá pasar hasta que estemos más o menos en condiciones de movernos. Debemos parecer el grupo de Acción Mutante.
Al más mínimo atisbo de discusión, me echo a dormir y ya me enteraré mañana de lo que se haya hablado. Estoooy taaan cansaaaado..zzzz....
Cuando llegan todos McTuerzo ayuda a los heridos en las curaciones, es lo que debo hacer.
Tengo remordimientos por no haber participado en la que parece haber sido la peor de las batallas en las que nos hemos visto envueltos. Viendo el estado de mis compañeros ha sido una buena.
Evidentemente no necesito ningún arma más, así que rechazo amablemente las armas y municiones que nos ofrecen.
Agradezco amablemente su comida y que nos dejen descansar con ellos.
Tras oir la historia de mis compañeros dejo discretamenta la fiesta y me pongo a vigilar los alrededores del asentamiento.
Es lo menos que puedo hacer. Desahogar mi remordimientos y mi ravia por habermelo perdido haciendo algo útil, vigilar el descanso de mis compañeros.
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