miércoles, 22 de diciembre de 2010

Grandes en España, cuando aún no había España.

Nos trasladamos al siglo XI para descubrir a dos coetáneos que adquirieron el título de grandes y encima fueron padre e hijo. Comenzaremos hablando de Sancho Garcés III de Pamplona, conocido también como Sancho el Mayor, quien llevó al Reino de Nájera-Pamplona a su máxima extensión territorial.

Siendo apenas un niño, y sometido a regencia, Sancho III accede por derecho hereditario al trono, ocupando sus dominios la práctica totalidad de las actuales Navarra y la Rioja. Su reinado se caracteriza por una importante actividad diplomática con los incipientes reinos cristianos, los cuales iban levantando cabeza aprovechando la fragmentación del Califato de Córdoba en Reinos Taifas.

Siendo mozo, Sancho tuvo un hijo natural con una noble aragonesa, Ramiro I, el cual siendo plenamente reconocido, llegaría a convertirse en el primer Rey de Aragón. Más adelante, Sancho formalizó un fructífero matrimonio con Muniadona, hija del conde de Castilla, aunque debido a la dificultad del nombre la llamaba “cari”. De esta unión nacieron nuevos futuros reyes como García Sánchez III de Pamplona o Fernando Sánchez “el Grande” de León, así como otros altos nobles.

Como militar no se si Sancho Garcés el Grande fue o no un gran estratega, pero como político tuvo que ser un fuera de serie. Sin enfrascarse en grandes contiendas militares fue realizando a lo largo de su vida hábiles movimientos políticos que mediante acuerdos matrimoniales o hereditarios fueron ampliando considerablemente sus dominios, anexionando territorios de las actuales Guipuzcoa y Huesca, así como interviniendo activamente en la política castellana gracias a su matrimonio con “cari”. Igualmente, dejó bien atada su sucesión por lo que sus descendientes pudieron disfrutar de sólidos títulos a su muerte, si bien eso no evitó algunos enfrentamientos posteriores entre ellos cuando faltó papá.

De este modo, tras diversos avatares que incluyen el oscuro asesinato de su tío el conde castellano García, Fernando Sánchez, heredó el condado de Castilla por vía materna. Sin embargo, Fernando era un tipo ambicioso que aspiraba a algo más que un simple condado y resolvió hacerse con la corona de León de forma decidida: se desposó con la hermana de su rey y señor Bermudo III de León, y posteriormente se alzó en armas contra su cuñado. En la batalla de Tamarón más de cuarenta lanzazos impidieron a Bermudo oponerse más en su vida a las aspiraciones de Fernando, quien con el apoyo de su compungida esposa accede al trono.

Sus primeros años de reinado los pasó Fernando poniendo orden en el desordenado reino de León cuya alta nobleza se resistía a tenerlo por rey. Consolidó las instituciones políticas leonesas, modificó la legislación del reino restableciendo normas de derecho canónico y visigodo, reforzó la capacidad militar del reino y fomentó la apertura cultural hacia las corrientes cluniacenses provenientes de Europa.

En este tiempo tuvo frecuentes disputas fronterizas con su hermano García Sánchez III de Pamplona las cuales se solventaron finalmente por las armas en la batalla de Atapuerca. En la misma, murió García Sánchez, siendo nombrado en el sitio como heredero, entre sangre y lágrimas, su hijo Sancho Garcés, quien tuvo además que rendir vasallaje a su tío Fernando y cederle varios territorios limítrofes en la actual provincia de Burgos.

Como vemos, a diferencia de su padre, Fernando Sánchez el Grande optó por la diplomacia de la espada antes que por la de la pluma, y aplicó esta filosofía a sus vecinos del sur una vez que afianzó su corona frente a los otros reinos cristianos. Inicia así con alegre interés al saqueo de territorios musulmanes, muy fragmentados políticamente, ocupando numerosas plazas de infieles en la ribera del Duero y sometiendo importantes taifas como Zaragoza o Toledo al pago de parias.

Cuando su hermanastro Ramiro I de Aragón atacó territorios de la taifa zaragozana, Fernando respondió enviando a su hijo Sancho a luchar contra su tío por mear fuera de tiesto. Siguiendo con el protocolo de resolución de disputas familiares usado por Fernando, Ramiro fue derrotado y muerto. En lugar de agradecer esta intervención de su señor, al-Muqtadir de Zaragoza, se negó al pago de las parias acordadas, por lo que el mismo Fernando se puso al frente de sus mesnadas, en esta ocasión para lanzar una potente razia contra territorio zaragozano. Tan potente fue, que los leoneses no pararon hasta llegar hasta Valencia.

Sintiéndose enfermo, y siguiendo el ejemplo de su padre, Fernando Sánchez el Grande, preparó su sucesión dividiendo sus extensos dominios en tres reinos, dos de nuevo cuño, otorgando así uno a cada uno de sus herederos varones: León, Castilla y Galicia. León correspondió a su segundogénito y favorito, Alfonso VI de León, quien pronto se quitó de en medio a sus hermanos y volvió a unificar estos reinos en una sola corona, ampliándolos hasta anexionar incluso Toledo. Fue un digno sucesor de su padre y su abuelo, rey y señor de vasallos del porte de Rodrigo Díaz de Vivar. Pero como aquél fue conocido por el calificativo de “el Bravo” y este último por el de “el Campeador”, no queda sitio para ellos en estos artículos y nos trasladaremos nuevamente al Mar del Norte en busca de otros “grandes” personajes.