En esta época en que Portugal las está pasando canutas, viene bien recordar que es uno de los países más longevos de Europa y que resulta fácil encontrar grandes líderes en su glorioso pasado. El Reino de Portugal surgió en 1139 de manos de Enrique de Borgoña, tras independendizarse del Reino de León, siendo gobernado por la Casa Borgoña hasta la Crisis de 1383-1385.
Esta crisis dinástica se produjo por la muerte sin herederos varones del rey Fernando I, quien dejó a elección de su influyente esposa, Leonor Téllez de Meneses, la elección de un sucesor. Entre los candidatos posibles, la regente Leonor eligió a Juan I de Castilla, a quien casó con su hija Beatriz I, para disgusto de la nobleza y el pueblo portugués, dado que esto implicaba la pérdida de la independencia respecto al reino castellano. Los otros candidatos fueron un par de hijos ilegítimos de Pedro I de Portugal, apodado el Cruel, padre de Fernando I, de quien por tanto eran hermanastros.
Juan de Avís, uno de estos hijos ilegítimos, era el favorito de la aristocracia y se alzó en armas haciéndose con el control de gran parte del país, incluyendo Lisboa. Juan I de Castilla respondió invadiendo Portugal y asediando la capital por mar y tierra, si bien no pudo tomarla y tuvo que replegarse. Los portugueses buscaron entonces apoyo en Inglaterra, en plena Guerra de los Cien Años contra Francia, la cual envió un pequeño pero experimentado contingente de arqueros que resultaría decisivo. Los castellanos por su parte obtuvieron apoyo francés en forma de un nutrido contingente de caballería pesada, armando Juan I de Castilla un formidable ejército de treinta mil hombres que quintuplicaba el número de soldados portugueses y lanzando una nueva ofensiva contra Lisboa. Conocedores de que la capital no soportaría un segundo asedio, los portugueses, de común acuerdo con sus aliados ingleses, decidieron salir al encuentro del ejército castellano-francés aun a sabiendas de su notoria inferioridad numérica.
La batalla decisiva se produjo en las cercanías del pueblo de Aljubarrota, en agosto 1385, demostrando nuevamente los ingleses que un pequeño contingente de infantería, protegido por los flancos, con estructuras defensivas al frente y apoyado por arqueros, podía superar sin problemas una carga frontal de caballería e incluso de infantería. Los franceses repitieron sus errores de Crécy y Poitiers en Aljubarrota, pero se ve que eran cabezones y nuevamente en Azincourt, en 1415, serían masacrados. Por su parte, los castellanos se llevaron la peor parte al ser prácticamente aniquilados, teniendo que tragarse años después un tratado de paz que garantizaba la independencia de Portugal. Juan de Avís se convirtió en el indiscutido monarca luso, con el nombre de Juan I, afianzando la alianza con Inglaterra mediante la firma del Tratado de Windsor en 1386, uno de los acuerdos diplomáticos más longevos de la historia, ya que dicho tratado de apoyo mutuo sigue vigente, siendo invocado en varias ocasiones por ambos países como, por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial.
El resto del reinado de Juan I de Portugal, fue mucho más tranquilo y fructífero para su país. En el ámbito interno reformó el sistema legal, procediendo a la redacción de leyes en portugués y facilitando así su público conocimiento, e igualmente ejecutó numerosas obras públicas. En el ámbito exterior, organizó en 1415 la conquista de Ceuta, la cual fue portuguesa hasta 1640 en que pasó definitivamente a manos españolas, y del mismo modo fomentó el desarrollo naval de su país incentivando la realización de expediciones marítimas a instancias de su hijo, Enrique el Navegante. Aunque Juan I fue conocido como “el Grande”, actualmente en Portugal el único título que se le asigna es “el de Buena Memoria”.
Un siglo después, un descendiente de la dinastía Avís, Manuel I, también recibiría el apelativo de “el Grande”, aunque fue más conocido como “el Afortunado” por lo fructífero de su reinado en materia de expediciones. El primer golpe de suerte que tuvo Manuel fue su designación como sucesor de Juan II, quien falleció sin heredero en un enrarecido clima palaciego, tras haber intentado legitimar a un hijo bastardo sin éxito.
El reinado de Manuel I fue muy provechoso para Portugal, especialmente en el ámbito exterior. En los últimos años del siglo XV y los primeros del siglo XVI navegantes portugueses como Vasco de Gama realizaron importantes descubrimientos. De este modo: se abrió la ruta marítima atlántica hacia la India, donde a su vez se estableció el primer virreinato portugués; se descubrió Brasil; se instituyó un verdadero monopolio sobre las rutas marítimas del Océano indico y el Golfo Pérsico; y se cerraron tratados comerciales con China y Persia. El Imperio Portugués que se había iniciado con la modesta conquista de Ceuta, llegaba ya hasta Indonesia, convirtiendo el Índico en un océano portugués.
En política interior este monarca demostró los mismos tintes absolutistas que su predecesor, amordazando a las Cortes. Reforzó el sistema judicial y fiscal, acometió importantes obras públicas, y convirtió a la Corte lisboeta en un verdadero nido de científicos y artistas. En materia religiosa, consolidó el poder de la Iglesia Católica, a la vez que promovió acciones contra judíos y musulmanes.
Manuel I dejó a su hijo Juan III un país estable políticamente y saneado económicamente, que pudo continuar durante las décadas siguientes su expansión colonial, no obstante no pudo llevar a delante su mayor ambición política: la unión de Portugal con los reinos de Castilla y Aragón mediante una alianza matrimonial. El monarca portugués se casó con la Infanta Isabel de Aragón, heredera de los Reyes Católicos, con quien tuvo un hijo llamado Miguel, el cual en un futuro sería heredero de los tres reinos. La prematura muerte de Miguel y el posterior fallecimiento de Isabel truncaron estos planes. Aunque Manuel I se casó con otra hija de los Reyes Católicos, María de Aragón, sin embargo ésta era la tercera hija de los monarcas, pasando la línea de sucesión ya por Juana y su esposo Felipe el Hermoso, abriéndose así la línea sucesoria que daría la corona a Carlos I.
jueves, 21 de julio de 2011
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2 comentarios:
Vaya panda de clichés en los refuerzos: los ingleses, longbowmen, los franceses chevaliers. Parece una partida de Total War xD
Como digo siempre una pena que esos intentos de unificación no fructificasen.
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