miércoles, 30 de marzo de 2011

Pedro III el Grande y sus almogávares.

Hoy vamos a conocer la figura de Pedro III de Aragón, quien pese a su corto reinado obtuvo el calificativo de “el Grande”, allá por el siglo XIII. Pedro fue el segundo hijo de Jaime I el Conquistador, belicoso monarca que expandió las fronteras del reino de Aragón hasta Baleares y Valencia, entro otros territorios. A la muerte de su padre en 1276, Pedro III toma las riendas del reino aragonés e impulsa su expansión por el Mediterráneo.

Su matrimonio con una nieta del emperador Federico II Hohenstaufen, le sirve de excusa para enfrentarse al por entonces rey de Sicilia, Carlos de Anjou, quien a su vez había tomado el poder en la isla por las armas, dando muerte al suegro de Pedro III y anterior rey de la isla, Manfredo I. Carlos fue todo un personaje, hermano del piadoso rey francés Luis IX, que dedicó su vida a actuaciones más terrenales que las de su hermano. Mientras San Luis se dedicó a organizar las últimas cruzadas, su hermano pactó una alianza con el Papado y, además de someter Sicilia, se hizo con el control de Nápoles.

En 1282, mientras Carlos de Anjou se pasea por Italia, Pedro intenta reforzar la presencia aragonesa en Túnez, territorio vasallo suyo, mediante una invasión. Cuando la flota se dispone a zarpar, estalla en Sicilia la revuelta popular conocida como las Vísperas Sicilianas, un alzamiento popular en toda la isla contra la casa de Anjou, que se caracterizó por la masacre de la mayoría de los franceses que habitaban en la isla. Los sicilianos, temiendo la contraofensiva de Carlos de Anjou, llamaron en su ayuda a Pedro III de Aragón, cuya flota modificó la travesía prevista, trasladando sus tropas a Sicilia pocos meses después. Comenzó así un largo conflicto en el que aragoneses y franceses lucharon por el control de la isla. La guerra se extendió por el resto del Mediterráneo, desde Nápoles a Malta, llegando incluso a la Península Ibérica, con la invasión de Cataluña por parte de los franceses, quienes llegaron a conquistar Gerona.

La situación de Pedro III se vuelva bastante precaria. Aunque su flota consigue derrotar a la francesa y controla las rutas marítimas, el ejército francés es un verdadero problema al que se suma su excomunión por parte del papa gabacho Martín IV, quien además proclamó una cruzada contra Aragón. Para colmo de males, la contienda arruina las arcas reales y envalentona a la potente nobleza aragonesa y catalana, quienes presionan al monarca para que acepte la firma de los privilegios de la Unión de Aragón, los cuales recortaban drásticamente el poder del rey, pero a costa de los cuales consiguió el apoyo interno necesario para continuar con la guerra.

A partir de ese momento el conflicto va decantándose a favor de los aragoneses, entre otros factores, por la acertada dirección militar del almirante Roger de Lauria, quien introdujo alguna innovación táctica en los combates navales de la época, pasando del simple abordaje a la espada, a su empleo combinado con espolones y ballestas, como pudieron comprobar muy a su pesar los franceses en la batalla naval de Formigues, en 1285. Poco después, nuestros vecinos del norte sufrieron otra derrota, esta vez en tierra, en la batalla del collado de las Panizas, donde tuvieron el privilegio de conocer de primera mano como se las gastaban los almogávares en las distancias cortas.

Expulsados los franceses más allá de los Pirineos, Pedro III se prepara para ajustar cuentas con sus queridísimos hermanos Jaime II de Mallorca y Sancho IV de Castilla, quienes habían apoyado alegremente la invasión gabacha. La prematura muerte de Pedro III el Grande a finales de 1285 dejó la resolución de estos conflictos en manos a su sucesor, Alfonso III el Franco, cuyo reinado siguió estando caracterizado por el intervencionismo aragonés en el Mediterráneo.

Para terminar, no me resisto a copiaros la interesante descripción que el cronista coetáneo a estos acontecimientos, Bernat Desclot, hizo de los almogávares en su obra “Libro del Rey Pedro de Aragón y de sus antecesores pasados”:

“Estas gentes que se llaman Almogávares no viven más que para el oficio de las armas. No viven ni las ciudades ni las villas, sino en las montañas y los bosques, y guerrean todos los días contra los Sarracenos: y penetran en tierra de Sarracenos una jornada o dos, saqueando y tomando Sarracenos cautivos; y de eso viven. Y soportan condiciones de existencia muy duras, que otros no podrían soportar. Que bien pasarán dos días sin comer si es necesario, comerán hierbas de los campos sin problema. Y los adalides que los guían conocen el país y los caminos. Y no llevan más que una gonela o una camisa, sea verano o invierno, y en las piernas llevan unas calzas de cuero y en los pies unas abarcas de cuero. Y traen buen cuchillo y buen correa y un eslabón en el cinto. Y trae cada uno una buena lanza y dos dardos, así como una panetera de cuero a la espalda, donde portan sus viandas. Y son muy fuertes y muy rápidos, para huir y para perseguir; y son catalanes y aragoneses y sarracenos."

2 comentarios:

Joe Peres dijo...

Montañeses, gente sin nada que perder. Si es que España ha dado siempre muy buenos soldados, probablemente porque casi siempre no hemos tenido donde caernos muertos.
Ésa sería otra buena serie: tropas famosas. Hoplitas, almogávares, casacas rojas, tercios,inmortales...

uno de tantos dijo...

Pues más bien me parecen un mal ganado. Teniendo en cuenta sus "hazañas" posteriores y desmanes varios. El término "katalan" en diversos países del este aun hoy es despectivo y sinónimo de gente malvada y ruin.
http://es.wikipedia.org/wiki/Venganza_catalana

Aún así estos eran una troupe de mercenarios desarrapados de origen variopinto. Lo mismo eran españoles que de otras partes del mediterráneo.

En cualquier caso estos tipets tenían que tenerlos cuadrados, sin duda.

Lo que me ha llamado mucho la atención eso de que nos declararan una cruzada. Siento mucha curiosidad por saber de esas tantas otras cruzadas que hubo que no fueron contra los moros. A ver si Alvarf se estira cuando termine con los "grandes" y nos hace una de cruzadas europeas que hay un montón.