sábado, 22 de septiembre de 2012

Annie

Annie sabía que eran afortunados. Su 'casa' estaba cerca de la entrada del templo así que cuando los sacerdotes necesitaban una cocinera la primera que encontraban era a su madre, cuando necesitaban un recadero a la primera que encontraban era a ella y bueno... Ralph era aún muy pequeño y no les era útil a los sacerdotes.

Aunque a Annie le hubiera gustado vivir en una de las casas de piedra que había más lejos del templo mamá decía que allí estaban protegidas por los guardias del templo, que los guardias no se preocupaban por las casas de piedra y que allí les podían pasar las mismas cosas que les pasaban en el exterior.

Cuando mamá hablaba del exterior Annie siempre se acordaba de cuándo se encontraron con aquel hombre. Aquel que parecía enfermo y que pedía ayuda. Ralph se acercó con la curiosidad que sólo puede tener un niño de dos años, a pesar de que Annie le estaba gritando que mamá se pondría furiosa cuando volviera de conseguir comida si habían metido a un hambriento en su campamento. Pero lo que no se esperaba Annie era que aquel hombre se pusiera a correr detrás de Ralph, juraría que estaba intentando comérselo. Le chilló que se fuera, que usaría sin dudar la pistola de su padre, ésa que le había dejado su madre cuando papá no volvió un día de ir a por comida. Pero el enfermo no le hizo caso, así que cuando parecía que alcanzaría a Ralph se puso a dispararle a pesar de los gritos histéricos de su hermano. No era la primera vez que disparaba a una persona, ni sería la última, pero para parar a este tuvo que acertarle en la cabeza.

Cuando ésa tarde volvió mamá con comida obligó a los dos a desnudarse y buscó y rebuscó preguntándole si les había mordido... por la noche se despertó con los sollozos de mamá, al día siguiente empezaron a andar hasta aquí. Aquí había cosas malas también, malas personas, niños que desaparecían... pero si ibas a la iglesia, y te mantenías alejado de los guardias no te pasaba nada.

Pasar mucho tiempo en el páramo había hecho que Annie durmiese siempre con un ojo abierto. El tonto de Ralph siempre dormía como un tronco pero ella sabía que cuando no estaba mamá ella tenía que cuidar de su hermano y de la 'casa', y esta noche había una fiesta, así que los sacerdotes habían contratado a mamá de cocinera.

Annie escuchó los pasos desde lejos. No eran pasos de borracho, ni siquiera ésos pasos de cuatro pies que oía muchas veces por la noche que iban acompañados de risitas y muchas veces de 'ruiditos'. No, eran pasos pesados. Eran pasos parecidos a los de los guardias. Era raro, y todo lo raro asustaba a Annie así que cogió la pistola y se asomó por una de las rendijas de la 'casa'. Lo que vió no podía creerlo ¡estaban atacando el templo!

No tardaron en sonar los disparos, disparos de verdad, no los zumbidos de las armas de los guardias, casi no le había dado tiempo de ir a por Ralph cuando una explosión sonó casi al lado de su casa, tenía que ser la puerta del templo. En ése momento la niña de cinco años que llevaba dentro salió a la superficie y sólo pudo hacer una cosa: correr.

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