miércoles, 10 de agosto de 2011

Grandes del siglo XV, de este a oeste (I).

De este a oeste encontramos en el siglo XV un nutrido grupo de personajes coetáneos que fueron conocidos con el sobrenombre de “el Grande”. Comenzamos este grupo de artículos en Asia e iremos desplazándonos hasta llegar a África, con una larga parada en Europa.

Aunque el asiento no le correspondía directamente, el rey Taejong de Corea decidió, con el apoyo de la nobleza local, que el trono debía recaer en su tercer hijo Sejong, que a su juicio era más competente que sus hermanos. No demostró tener mal ojo el monarca coreano, que conocía bien a su prole. Durante su sabio gobierno Sejong el Grande impulsó las funciones del Jiphyeonjeon, o Salón de las Personas Honorables, órgano formado por eruditos encargados del fomento del Confucianismo y la promoción cultural y científica. Las mayores aportaciones de esta entidad fueron el desarrollo del Hangeul o sistema de escritura coreano y el Cheugugi o pluviómetro de bronce. Sejong se limitó a construir fortalezas y luchar contra la piratería local por lo que es uno de los pocos “grandes” que se ganó su apelativo con la pluma más que con la espada.

Avanzando por la tundra siberiana llegamos al Principado de Moscú, gobernado por el cauto Iván III. El carácter prudente de Iván no supone que su actividad política y militar fuese tímida, al contrario, fue muy activa, triplicando durante su gobierno el Principado de Moscú su territorio. Iván el Grande fue un especulador de altos vuelos capaz de sacar provecho de la debilidad de todos sus vecinos, eludiendo siempre enfrentamientos militares directos a menos que disfrutara de una superioridad aplastante y actuando con decisión políticamente cuando la situación lo requería. Cuando hablamos de Vladimiro el Grande, que vivió a medio camino de los siglos X y XI, mencionamos la Rus de Kiev, un enorme estado eslavo que se fue fragmentando a lo largo de los siglos siguientes hasta crear una serie de débiles principados, los cuales formaban un nutrido mosaico de territorios sobre el que Iván el Grande intervino astutamente. De este modo, el primer objetivo de Iván III tras suceder a su padre fue finiquitar la ya débil República de Novgorod, por entonces aliada con Polonia. Después de varias derrotas militares, los de Novgorod se vieron obligados a solicitar la paz, cediendo territorios y dinero, así como teniendo que romper su alianza polaca. Pero el monarca moscovita no tenía bastante con eso, y buscó excusas religiosas y diplomáticas para reanudar el conflicto, conquistando definitivamente Novgorod en 1478. Un poco de represión militar, alguna revuelta sofocada y unos cuantos exiliados después, el territorio fue pacificado y dejaba de existir como estado independiente. Los principados vecinos, incluso más débiles que Novgorod, fueron siendo anexionados paulatinamente, bien por conquista militar o diplomática. De este modo, se unieron a Moscú los principados de Yaroslavl, Rostov, Tver y Vyatka, manteniendo su independencia la república de Pskov sólo porque se alió de forma sumisa con los moscovitas.

Otro aspecto importante de la política exterior de Iván III fue la consecución de la completa independencia respecto a los tártaros de la Horda de Oro. En el año 1378, el bisabuelo de Iván, Dmitri Donskói, puso la primera piedra de esta emancipación venciendo a un ejército tártaro en la llanura de Kulikovo, tras una larga y sangrienta batalla. Poco más de un siglo después, en 1480 y tras décadas de tira y afloja, los ejércitos moscovitas, liderados por Iván el Grande, vencieron nuevamente a los tártaros en la ribera del río Ugra, poniendo fin al dominio tártaro en Rusia.

La desintegración posterior de la Horda de Oro en varios estados facilitó la labor del astuto Iván, quien hizo uso rápidamente sus dotes de estadista para cerrar sendas alianzas tanto con el Kanato de Crimea como con el Imperio Otomano, con el fin de hacer frente común contra el extenso pero algo debilitado Ducado de Lituania. Aprovechando su superioridad militar y diplomática, Iván decidió pegarle importantes bocados a la frontera lituana, donde el débil príncipe Alexander pretendió contentar a su agresivo vecino casándose con la hija de Iván, quien aceptó la boda pero, como se ve que no entendía muy bien de que iba eso de la dote, envió también sus ejércitos para conquistar amplios territorios y hasta veinte ciudades lituanas. “Me he liao, me he liao” se comenta que le dijo a su yerno.

En el aspecto puramente político, el monarca moscovita también desarrolló una activa y acertada actuación. En el norte buscó el acercamiento con la élite danesa de la Unión de Kalmar para así debilitar a su vez a los suecos; fomentó las relaciones diplomáticas con el Sacro Imperio Romano Germánico; y, como ya he comentado, cerró acuerdos con los incipientes turcos otomanos, que acababan de tomar Constantinopla, allá por 1453, finiquitando con ello el Imperio Bizantino. En relación a esto último, y con una doblez impresionante, se casó con Sofía Paleóloga, una sobrina del último emperador bizantino, ofrecida por el mismísimo papa Paulo II, el cual pensaba que así conseguiría que el ortodoxo Iván se pasara al Catolicismo. Lo que Iván III consiguió, por el contrario, es que su mujer se convirtiera a la ortodoxia y de paso le redecorara un poquito Moscú al estilo imperial, que la verdad es que le hacía falta porque con tanto territorio sometido y tanto pueblo subyugado no estaba de más demostrar algo de clase. De esta época provienen el águila imperial bicéfala del escudo ruso, muchos edificios del Kremlin y el boato de corte y palaciego que disfrutarían los zares posteriores. El toque más chic fue considerarse sacrosanto y reducir a los boyardos, la nobleza eslava local, a simples siervos. Aunque protestaron un poquito, el curtido monarca no tuvo problemas en meterlos en cintura y de paso nombrar heredero al hijo que tuvo con Sofía, Basilio III, en lugar de a su primogénito, fruto del matrimonio con su primera esposa, una noble rusa. Iván el Grande dejó a sus descendientes un estado tan sólido y poderoso que el hijo de este Basilio III, Iván IV, conocido como el Terrible, fue ya el último príncipe de Moscovia y el primer zar de Rusia.

No hay comentarios: