Aunque el asiento no le correspondía directamente, el rey Taejong de Corea decidió, con el apoyo de la nobleza local, que el trono debía recaer en su tercer hijo Sejong, que a su juicio era más competente que sus hermanos. No demostró tener mal ojo el monarca coreano, que conocía bien a su prole. Durante su sabio gobierno Sejong el Grande impulsó las funciones del Jiphyeonjeon, o Salón de las Personas Honorables, órgano formado por eruditos encargados del fomento del Confucianismo y la promoción cultural y científica. Las mayores aportaciones de esta entidad fueron el desarrollo del Hangeul o sistema de escritura coreano y el Cheugugi o pluviómetro de bronce. Sejong se limitó a construir fortalezas y luchar contra la piratería local por lo que es uno de los pocos “grandes” que se ganó su apelativo con la pluma más que con la espada.
Avanzando por la tundra siberiana llegamos al Principado de Moscú, gobernado por el cauto Iván III. El carácter prudente de Iván no supone que su actividad política y militar fuese tímida, al contrario, fue muy activa, triplicando durante su gobierno el Principado de Moscú su territorio. Iván el Grande fue un especulador de altos vuelos capaz de sacar provecho de la debilidad de todos sus vecinos, eludiendo siempre enfrentamientos militares directos a menos que disfrutara de una superioridad aplastante y actuando con decisión políticamente cuando la situación lo requería.
Cuando hablamos de Vladimiro el Grande, que vivió a medio camino de los siglos X y XI, mencionamos la Rus de Kiev, un enorme estado eslavo que se fue fragmentando a lo largo de los siglos siguientes hasta crear una serie de débiles principados, los cuales formaban un nutrido mosaico de territorios sobre el que Iván el Grande intervino astutamente. De este modo, el primer objetivo de Iván III tras suceder a su padre fue finiquitar la ya débil República de Novgorod, por entonces aliada con Polonia. Después de varias derrotas militares, los de Novgorod se vieron obligados a solicitar la paz, cediendo territorios y dinero, así como teniendo que romper su alianza polaca. Pero el monarca moscovita no tenía bastante con eso, y buscó excusas religiosas y diplomáticas para reanudar el conflicto, conquistando definitivamente Novgorod en 1478. Un poco de represión militar, alguna revuelta sofocada y unos cuantos exiliados después, el territorio fue pacificado y dejaba de existir como estado independiente. Los principados vecinos, incluso más débiles que Novgorod, fueron siendo anexionados paulatinamente, bien por conquista militar o diplomática. De este modo, se unieron a Moscú los principados de Yaroslavl, Rostov, Tver y Vyatka, manteniendo su independencia la república de Pskov sólo porque se alió de forma sumisa con los moscovitas.
Otro aspecto importante de la política exterior de Iván III fue la consecución de la completa independencia respecto a los tártaros de la Horda de Oro.
En el año 1378, el bisabuelo de Iván, Dmitri Donskói, puso la primera piedra de esta emancipación venciendo a un ejército tártaro en la llanura de Kulikovo, tras una larga y sangrienta batalla. Poco más de un siglo después, en 1480 y tras décadas de tira y afloja, los ejércitos moscovitas, liderados por Iván el Grande, vencieron nuevamente a los tártaros en la ribera del río Ugra, poniendo fin al dominio tártaro en Rusia.
La desintegración posterior de la Horda de Oro en varios estados facilitó la labor del astuto Iván, quien hizo uso rápidamente sus dotes de estadista para cerrar sendas alianzas tanto con el Kanato de Crimea como con el Imperio Otomano, con el fin de hacer frente común contra el extenso pero algo debilitado Ducado de Lituania. Aprovechando su superioridad militar y diplomática, Iván decidió pegarle importantes bocados a la frontera lituana, donde el débil príncipe Alexander pretendió contentar a su agresivo vecino casándose con la hija de Iván, quien aceptó la boda pero, como se ve que no entendía muy bien de que iba eso de la dote, envió también sus ejércitos para conquistar amplios territorios y hasta veinte ciudades lituanas. “Me he liao, me he liao” se comenta que le dijo a su yerno.
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