viernes, 12 de agosto de 2011

Grandes del siglo XV, de este a oeste (III).

Continuamos nuestro viaje por el s. XV, avanzando hacia el oeste, hasta llegar al Reino de Aragón, gobernado por entonces por Juan II, uno de los siete Infantes de Aragón nacidos del matrimonio entre Fernando I de Antequera y Leonor Urraca de Castilla. Como veremos a continuación este soberano tuvo una larga y azarosa vida política llena de incidentes relevantes. Desde joven intervino en la gestión política y militar, siendo nombrado lugarteniente general de Sicilia y Cerdeña por su padre y participando después activamente en las disputas habidas con el Reino de Castilla, donde descollaba la figura del Condestable Álvaro de Luna. Con apenas veinte años contrajo matrimonio con la hermana del rey navarro, quien falleció poco después sin descendencia, siendo los esposos proclamados conjuntamente reyes de Navarra. Juan dejó el gobierno de aquél reino en manos de su competente esposa y continuó dedicándose a la causa aragonesa, colaborando con el nuevo monarca aragonés, su hermano Alfonso V el Magnánimo, en varias empresas que a la postre resultarían desastrosas, como fueron: el infructuoso intento de conquista de Nápoles de 1435, y la calamitosa invasión de Castilla de 1445, que finalizó en la derrota del ejército aragonés en la batalla de Olmedo.
Sobre estas fechas falleció la primera esposa de Juan, casándose en segundas nupcias con Juana Enríquez, hija de Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla, y enemigo político de Álvaro de Luna. Ya que no pudo vencer a Castilla militarmente, el monarca navarro intentó medrar en el reino vecino políticamente. Sin embargo, los problemas le vinieron desde la misma Navarra. Según el testamento de su primera esposa, el reino debió haber sido heredado por el hijo de ambos, Carlos de Viana, pero su padre decidió dejarle solamente la lugartenencia del reino, guardando para sí la soberanía. El descontento de parte de la nobleza navarra provocó el estallido de una breve guerra civil que finiquitó el rey Juan con su victoria en la batalla de Aibar. La madrastra de Carlos de Viana, embarazada del futuro Fernando el Católico, le calentó aun más la oreja a su esposo quien decidió expulsar a su primogénito a Sicilia, bajo la protección de su tío Alfonso V.

Pocos años después falleció el rey aragonés, siendo sucedido por su hermano el rey navarro y ya conocido como Juan II de Aragón, el cual hereda de paso un ambiente caldeadísimo en Cataluña, con el campesinado, los remensas, enfrentado a la nobleza local y una oligarquía catalana a su vez dividida en facciones políticas antagónicas: la Biga, grupo nobiliario promonárquico, y la Busca, grupo burgués municipalista. Juan el Grande permite el regreso a la Península de su primogénito Carlos mientras continúa su intento de meter cabeza en Castilla por la vía política, fraguando el matrimonio entre su jovencísimo segundo hijo, Fernando, y la hermanastra del rey de Castilla, Isabel. Su hijo mayor se toma a mal este movimiento político pensando que él debía ser el desposado con la castellana y Juan II ordena su arresto, lo cual provoca una revuelta tanto en Navarra como en Cataluña, donde Carlos de Viana tenía muchos adeptos. El rey Juan, que debía estar hasta el gorro ya de su hijo Carlitos, se ve obligado a aceptar unas capitulaciones que reconocían amplios privilegios a la oligarquía catalana y además debe liberar a su hijo para sofocar a los insurgentes. Sin embargo, al poco tiempo de hacer una entrada triunfal en Barcelona, Carlos de Viana fallece de una enfermedad pulmonar, aunque dicen las malas lenguas que fue envenenado por la reina Juana.

Esta muerte provoca el estallido de una larga Guerra Civil en Cataluña que duraría diez años, contando de inicio el rey aragonés con el apoyo de los remensas y de la Biga, enfrentados al poder de la Busca y las instituciones catalanas. El conflicto se internacionaliza y sirve de zona de enfrentamiento de los reinos cercanos. A cambio de cesiones territoriales el monarca francés apoya a Juan II mientras que, por otro lado, los burgueses de la Busca ofrecen el trono catalán al rey castellano Enrique IV a cambio de su intervención militar. Tras varios años de tira y afloja, Juan el Grande consigue mediante costosas negociaciones políticas la renuncia del monarca castellano a la corona catalana, ofreciendo entonces los burgueses catalanes ésta a Pedro de Avis y Aragón, infante y condestable de Portugal. Aunque las tropas aragonesas vencieron a las portuguesas no terminaron de dominar a la oposición catalana, quienes nuevamente rifaron su corona cuando al poco tiempo falleció el infante Pedro. En esta ocasión ofrecieron la misma a Renato I de Nápoles, recrudeciéndose el conflicto, que solamente se desatasca cuando Juan II cierra por fin el matrimonio de su hijo Fernando con Isabel de Castilla, los futuros Reyes Católicos. Sin nuevos aliados y asediada, Barcelona se rinde, aceptando una paz relativamente favorable dado que incluía amnistías políticas y apenas respondía a las pretensiones de los remensas, si bien la ciudad había perdido el lugar político y económico que otrora ocupara. Juan el Grande, por entonces un anciano ciego de setenta años, se mostró magnánimo con el fin de dejar a sus herederos un reino pacificado completamente. Con todo, fue una persona longeva que no falleció hasta 1479, con ochenta y dos años, siendo sucedido en Navarra por su hija Leonor, fruto de su primer matrimonio, y en Aragón y Cataluña por su hijo Fernando, ya por entonces rey consorte de Castilla, al haber vencido Isabel a Juana la Beltraneja en la disputa por el trono castellano.

Vamos a finalizar nuestro viaje en la búsqueda de “grandes” personajes por el siglo XV, desplazándonos a un continente que apenas hemos visitado: África. Allí encontramos a Mohamed I, rey del Imperio Songhai. Aunque el reino Songhai existía desde el siglo VII, no eclosionó como imperio hasta el siglo XV, a partir las cenizas del ya decadente Imperio de Mali, merced al decidido gobierno de impetuosos líderes, de título askia, como Mohamed I el Grande. Este monarca islamizó el Imperio Songhai y expandió sus fronteras a base de macizar a sus débiles vecinos. El control de minas y rutas comerciales le dio un importante soporte económico. Convertido en califa, burocratizó el gobierno y fomentó el desarrollo cultural en su corte. Pero cría cuervos y te sacaran los ojos, ya bien entrado el siglo siguiente, Mohamed el Grande fue destronado por sus propios hijos, los cuales se lanzaron a una lucha fraticida por el poder para regocijo del vecino sultán de Marruecos, quien invadió y disolvió el Imperio Songhai convirtiéndolo en una provincia marroquí a finales del siglo XVI. La gran duda que me surge es en que coño estaban pensando los de Sid Meier´s cuando metieron a un Askia y al Imperio Songhai en el Civilitation V, dejando fuera a España y sus Reyes Católicos. Vaya tela.

2 comentarios:

Joe Peres dijo...

Pues estaban pensando lo que ellos mismos comentaban en su blog, tener un número de civilizaciones por continente... maldito buenismo de mierda.

uno de tantos dijo...

Y no lo digas muy alto que ya sabes como acaban las discusiones en el foro oficial del juego...