Sí, sí, ya sé que dije en la anterior entrega que haría una serie sobre las espadas. Pero en la última sesión de partida surgieron preguntas que me han llevado a investigar un poco a fin de sistematizar el tema de los escudos.
A lo largo de la historia los escudos han ido evolucionando en respuesta al progreso bélico. Dado que son defensas o armas defensivas, se puede decir que han ido a la zaga de las ofensivas, pero también su evolución se ha visto condicionada por el desarrollo de las armaduras de la época.
Los escudos presentan fundamentalmente dos funciones defensivas: usados para parar de forma activa o como parapeto pasivo. Según el estilo de combate de su correspondiente época se van configurando estas piezas defensivas.
Los escudos como función activa se emplearon principalmente contra armas de cuerpo a cuerpo a fin de detener o desviar el arma del adversario de su blanco en el propio cuerpo. Los proyectiles, por definición, solían ser demasiado rápidos para reaccionar a tiempo.
En su vertiente pasiva los encontraremos tanto para armas cuerpo a cuerpo como frente a armas de proyectiles, siendo en esta última faceta donde encontramos el principal uso de algunos. Así, si no puedes parar propiamente un proyectil, al menos puedes encarar el escudo al tirador de forma que el parapeto obstruya el tiro. En algunos casos veremos que ni siquiera se encara, sino que se usa de forma totalmente pasiva como parapeto portátil que cubre de forma estática alguna superficie del cuerpo. Frente a las armas cuerpo a cuerpo se podían usar pasivos en singular o en formaciones de batalla -muros de escudo y similar.
Como casi siempre encontraremos los primeros en Oriente Medio y alrededores. Esta región y su ardor belicoso nos han brindado muchas herramientas de guerra, como vamos viendo.
Se conoce constancia histórica en la zona de escudos ligeros fabricados con un armazón de ramas o mimbre recubierto de piel de animales. Este tipo de escudo se mantuvo por los tracios durante siglos después y recibía el nombre de pelte o pelta. Según la época se usaba solo empuñado y más adelante embrazado. Dada su escasa resistencia este tipo de escudos eran principalmente destinados a detener los proyectiles enemigos, pues un arma de metal los podía hacer añicos con facilidad y para con ellos resultaría en muy pocos usos. Su forma característica es de una luna menguante tumbada, o dicho de otro modo, un círculo con un bocado pegado en su parte superior.
Otra pelta de época clásica era el escudo macedónico que usaban los piqueros alejandrinos. Dado que necesitaban usar la sarissa con ambas manos empezaron a usarlo simplemente colgado del hombro izquierdo con el tiracol, un asa larga para colgar.
Los griegos fueron desarrollando distintos tipos de escudos con aumento de su tamaño de forma progresiva conforme fueron dominando las artes de la metalurgia del bronce. El típico escudo redondo y enorme de los hoplitas es el ejemplo más conocido. Respecto a este parece haber una enconada disputa entre los expertos sobre la correcta denominación. Conocido durante mucho tiempo como "hoplon" ahora algunos quieren que se le llame "aspis". La cuestión es que el término "aspis" también define otras morfologías de escudos de la época y épocas previas. Tenemos un aspis minoico con forma de ocho y los escudos torre micénicos similares a escudos egipcios previos aunque más grandes. El aspis en forma de ocho se hacía con cuero de buey tensado. Es mi capricho por mera cuestión memotécnica en esta relación los diferenciaré y llamaré hoplon al del hoplita, por incorrecto que pueda parecer a algunos puristas.
Tanto el aspis como el hoplón presentaban abrazadera central y correa de cuero al borde para empuñar.
El hoplón era un gran escudo redondo que rondaba el metro de diámetro, con convexidad hacia el adversario. Hecho de madera y forro interior de cuero fino, podía tener en ocasiones una lámina de bronce en toda su superficie externa. Esta debía ser extremadamente fina para no descolgar el brazo de su portador. Lo que sí presentaban ya era el umbo central metálico, es decir, la cazoleta que vemos en muchos escudos posteriores. En ocasiones debía conservar tensores internos de cuero para mantener la convexidad. Por lo visto no disponían de cantonera de metal salvo en casos ceremoniales. Esto se justifica por el tipo de combate que realizaban las falanges de hoplitas. Aquí el soldado protege a su compañero de su izquierda y generalmente de forma pasiva. El intercambio de golpes era mediante lanzadas y solo cuando se producía el choque final con espadas cortas demasiado ágiles para detener mediante estos monstruosos escudos. Por tanto, hemos descubierto el primer uso pasivo en el cuerpo a cuerpo. Por supuesto los hoplitas daban uso pasivo frente a proyectiles, porque antes del choque de formaciones estas eran hostigadas por las tropas auxiliares con armas arrojadizas o proyectiles. Incluso en las retiradas tenían esta función asegurada con un tiracol para colgar de la espalda.
Por último, algunos tenían extras como tiras de cuero en el borde inferior a fin de dar protección extra a las piernas.
El equipamiento defensivo básico del hoplita consistía, recordemos, en un yelmo, unas grebas y la protección del escudo de su compañero de la derecha.
Conforme evolucionó el sistema de lucha griego los hoplones fueron sustituidos por variaciones de su morfología inicial. El thureo es un escudo ovalado de finales de la era clásica que se asemeja a las prestaciones del clipeo que veremos después. Esto fue posible por la evolución de otras defensas, como la armadura. Al portar el soldado su propia defensa no era necesario cargar además con un enorme escudo de entre 6 y 8 kilos para proteger al vecino y por tanto se redujo por estas variantes más ligeras.
De los escudos griegos pasamos a los romanos. Es curioso que los romanos reservaban el termino scutum para los fabricados en madera, mientras que los que se construyesen en otros materiales principales, como podría ser el cuero, no entraban en esta denominación. Al parecer la palabra deriva de algo relacionado con las puertas y ahí la razón. Son grandes y pesados y pensados para combates estáticos en formación. De ahí que se les llame a veces escudos de testudo. Es significativo que los romanos cargasen con escudos cuando además llevaban sus armaduras, pero por cosas así las legiones se volvieron tan temidas. El escudo de testudo permitía combatir en formaciones muy eficaces.
Sin embargo los romanos tenían muchas denominaciones para las variantes. La parma sería el escudo típico, de forma rectangular o elíptica alargada según la época, grande y abombado hacia afuera en un eje longitudinal. Hecho por supuesto en madera, pues era un scutum propiamente dicho. Es curioso que la típica forma rectangular peliculera no fue la más frecuente sino que se dio en periodos históricos muy concretos. Es un escudo que se empuña y tiene un umbo central metálico. Cantos reforzados y en ocasiones nervaduras se hacían en metal. Ni que decir tiene que este escudo se podía usar tanto de forma pasiva como también de forma activa e incluso en combate cerrado como arma, de ahí algunos de sus refuerzos. Un golpe del borde canteado en metal de esta mole de madera podía ser temible.
La parma equestre, sin embargo, era una versión mucho más ligera para caballería auxiliar, de tan solo 60 cm y algo menos de dos kilos que no podía considerarse escudo porque se realizaba con cuero comprimido. Por su ligereza es de suponer que era útil como arma de parada activa y además sus dimensiones daban algo de protección frente a proyectiles.
Muchas otras parmas más reducidas aún se denominaron pármulas, y eran típicas en distintos tipos de gladiadores. El thraex portaba una pármula cuadrada o rectangular de madera forrada en cuero, de 50 cm aproximadamente y unos 3 kilos. El hoplomachus por su parte tenía una pármula redondeada y abombada en bronce de tan solo 35 o 40 cm y de kilo y medio a dos kilos. Estas eran claramente defensas activas para parar al adversario.
Incluso había una versión militar de pármula para los vélites, con estructura de madera o mimbre y recubierta de piel de cabra o cordero. Este añadía un tiracol para poner en la espalda. Más adelante veremos un posible origen por los contactos que tuvieran con otros pueblos. Su uso principal es pasivo frente a proyectiles.
Contemporáneo a la parma se encontró enfrente a otros escudos que portaban otros pueblos que fueron modificando el uso militar de los romanos que se fueron adaptando. Ya hemos mencionado las peltas tracias pero hubo muchas más.
Los celtas tenían su propio escudo de forma elíptica, trapezoidal o hexagonal alargado. No se conoce el nombre propio de este escudo porque, como otros muchos pueblos, a su escudo típico lo llamaban escudo y nada más. Este era grande y de madera, con umbo central alagado que llegaba a formar nervaduras, pero de forma peculiar empezó siendo de madera. De 110 a 120 de largo y la mitad de anchura pesaba de 6 a 10 kilos, lo cual era una barbaridad (pun intended) si tenemos en cuenta que no se embraza, solo se empuña. Como otros escudos empuñados tenía un uso activo para parar, pero sus grandes dimensiones permitían usarlo de parapeto pasivo frente a los ataques de proyectiles y arrojadizas, como un pillum romano.
Y llegamos así a la cetra, pequeño y de cuero endurecido al fuego, de origen celtíbero. No se embraza sino que se empuña, como los demás escudos celtas. Los romanos lo adoptarían para sus tropas auxiliares ligeras más adelante. Su uso tradicional en la península daría más adelante paso a otras morfologías.
Otra evolución fue el clipeo, un escudo ovalado o circular ligero, abombado y poco conocido. Hecho en madera y que en el caso de los merovingios llegó a los 70-80 cm. En ocasiones se recubría con metal y sirve para ir adentrándonos en el periodo que más nos interesa para usar en partidas. La influencia del thureo y el aspis se deja notar.
Por hoy eso será todo. En la siguiente entrega espero abordar los escudos más relacionados al medioevo y con ello ver los que nos interesan realmente para la ambientación actual en ESDLA. Esta introducción sobre la época clásica nos ha permitido familiarizarnos un poco con los términos, las formas y los usos, así como otras características.
(Continúa en la segunda parte y siguientes).
sábado, 15 de marzo de 2014
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