No hace mucho comentaba desde estas páginas sobre artilugios educativos interactivos futuristas que aparecen en una novela de Neal Stephenson (aquí y aquí).
Cuando hacía esas valoraciones no recordé que no eran del todo originales. Quizás porque siempre detesté el antecedente que conocía y mi mente lo había apartado en el no-recuerdo. Pero ahora que he vuelto a releer "El Juego de Ender" recientemente, me he percatado de que Card ya usaba un videojuego interactivo "formativo": La Bebida del Gigante. Los párrafos que se dedicaban al juego antaño me resultaron nada apetecibles y los leía con -aun más- velocidad y sin prestarles demasiado interés. En la reciente lectura he podido apreciar mejor en qué consistía el juego psicológico del videojuego. Me sigue resultando antipático, aunque me ha servido para descubrir que lo que Stephenson hacía en su Manual no es sino una versión adaptada del susodicho -y desagradable- juego para Ender. En ambos casos el vehículo es una historia de fábula infantil que me repatea los higadillos, tal vez demostrando que escribir para niños es un talento completamente distinto que el talento para escribir para adultos. En ambos casos se pretende una formación del caracter de la criatura, de forma premeditada aunque impredecible en resultados. Determinismo en estado puro y cuestionamiento del mismo. Si es que la ci-fi es filosofía pura, señores.
lunes, 15 de noviembre de 2010
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