Una nueva coalición, la Segunda Alianza, formada por Inglaterra, las Provincias Unidas, el Sacro Imperio Romano Germánico y la mayoría de los estados alemanes se enfrentó a la coalición formada por Francia, España, Portugal, Saboya y Baviera. A su vez, dentro de España se sustanciaba una verdadera guerra civil entre partidarios borbónicos y austriacistas. Luis XIV tenía por entonces 63 años, sus arcas estaban bastantes resentidas después de tantos años de guerra continua y sus ejércitos estaban más desgastados y dirigidos por mariscales menos brillantes que Conté o Luxemburgo. La guerra fue larga y en ella el ejército francés sufrió graves derrotas en todos los frentes, muchas de ellas a manos de John Churchill, primer duque de Marlborough: la Batalla de Höchstädt, en 1704, supuso el cambio de Baviera al bando contrario; la Batalla de Ramillies, en 1706, supuso la pérdida de las principales ciudades flamencas bajo control francés; mientras que la Batalla de Oudenarde, en 1708, supuso la evacuación total francesa de Flandes. Viendo como estaba el percal, Portugal y Saboya cambiaron de chaqueta. Sin embargo, los reveses franceses en Europa fueron acompañados de varias victorias de Felipe V dentro de la misma España, por lo que el conflicto, lejos de solucionarse, se alargó. Aunque los miembros de la Segunda Alianza vencían y desgastaban a Francia en todos los frentes, no eran capaces de doblegarla, a la vez que la misma España quedaba fuera de su control.
En el escenario del norte, entre tanto, tras haber vapuleado a los rusos en Narva, Carlos XII lanzó su ejército contra Polonia-Sajonia, a quienes infringió sucesivas derrotas, haciéndose con el control del territorio y lanzando una ofensiva contra Ucrania. Pedro I ordenó la retirada del ejército ruso hacia el sur, siguiendo una estrategia de tierra quemada, desgastando al ejército sueco y alargando sus líneas de comunicación a la espera de un momento propicio para combatir. En 1709, en la Batalla de Poltava, los rusos obtenían ante los suecos una victoria decisiva, poniendo fin a la invasión sueca y forzando a Carlos XII a exiliarse en territorio otomano. Otros efectos fueron la restauración del monarca polaco-sajón, aliado de Rusia, y la vuelta de Dinamarca al conflicto. En 1711 Pedro el Grande se ve obligado a desplazar a parte de su ejército al sur, ante la ofensiva del Imperio Otomano, pero la campaña es un desastre y el zar se ve forzado a devolver los puertos capturados en el Mar Negro en 1696, siendo a cambio expulsado de su territorio, por el sultán, Carlos XII de Suecia. Mejor le fueron las cosas a los rusos en el norte, conquistando Livonia a los suecos y ocupando la mayor parte de Finlandia, amenazando ya la supremacía naval sueca.
Entre tanto, la muerte vino a echarle una mano al viejo Luis el Grande, llevándose con ella al hermano del Archiduque Carlos, por entonces el emperador José I. La posibilidad de que la Corona de España recayera también sobre el nuevo emperador hizo a Inglaterra dar un paso atrás y aceptar la paz que venían pidiendo desde hace tiempo los franceses. En 1714 se firmaba el Tratado de Utrecht, mediante el cual Felipe V quedaba reconocido como rey de España, si bien a costa de que sus posesiones en Paises Bajos e Italia se dividieran entre Austria y Saboya, mientras que Gibraltar y Menorca pasaban a control inglés. Nuevamente la mayor parte de la factura iba a cargo de España. Luis XIV tuvo que reconocer a Guillermo III como rey inglés legítimo, renunciando apoyar en lo sucesivo a los jacobitas, y ceder alguna colonia ultramarina a Inglaterra, sin embargo pudo recuperar el control de la mayor parte de sus dominios en Europa, los cuales le habían sido arrebatados por las armas. A todo esto, la hambruna se extendía por una Francia desangrada como una plaga sin control. Los excesos bélicos y la alta política, como siempre, tan beneficiosos para el pueblo llano.
El 1 de septiembre de 1715 fallecía de gangrena Luis XIV de Francia, llamado el Grande, el Rey Sol, a los 77 años de edad y tras 72 de reinado. Había visto morir a todos sus hijos y nietos legítimos, por lo que fue sucedido en el trono por un bisnieto. Acababa el reinado de uno de los monarcas más brillantes de todos cuanto ocuparon el trono francés.
Por su parte, los suecos estaban extenuados y se veían superados en todos los frentes, acudiendo otras naciones a sacar tajada de su debilidad. Ingleses y holandeses, finalizada la Guerra de Sucesión, meten baza para finiquitar el dominio marítimo sueco sobre el Báltico, a la vez que una emergente Prusia veía la oportunidad de ampliar sus territorios a costa de la debilitada Suecia. En 1716 Suecia perdía sus últimas posesiones en Finlandia y Alemania, intentando los suecos finalizar el conflicto por la vía diplomática. Ansiosos por conseguir mayores ganancias territoriales daneses y rusos, continuaron la guerra, que los suecos llevaron a Noruega con la finalidad de compensar por allí los territorios que estaban perdiendo. La campaña en Noruega fue un desastre que le costó la vida al mismísimo Carlos XII, abriéndose el escenario final de la guerra. Inglaterra firmó una alianza con Suecia que garantizaba su supervivencia pese a las graves pérdidas territoriales que sufrió por los tratados de paz que pusieron fin a la Gran Guerra del Norte. Por su parte, Pedro el Grande fue el gran beneficiado del conflicto, quedando Rusia como la gran potencia marítima del norte y ganando un gran peso en el plano político internacional.
Tras firmar la paz con Suecia, Pedro I, entronizado ya como emperador ruso, pudo dedicarse a consolidar importantes reformas internas que había iniciado ya de forma paralela durante tantos años de lucha, no sólo internacional, sino interna, pues fueron frecuentes los alzamientos locales ante la política policial y absolutista que el zar impuso en su país. Fruto del interés de Pedro el Grande por el Báltico, la capital rusa fue trasladada a San Petesburgo, de nueva fundación; instauró el calendario juliano, que perduraría en Rusia hasta 1917; fomentó la educación y dio mayor libertad a las mujeres, permitiéndoles cierta vida social, al estilo europeo; reformó la Iglesia Ortodoxa Rusa; limitó el poder de los boyardos y suprimió la Duma, con el fin de afianzar su poder interno; reformó el sistema fiscal para mejorar la recaudación e impulsó la industria y el comercio; imponiendo la reestructuración no sólo administrativa sino social del país.
En 1725 falleció Pedro el Grande, sin descendencia masculina, abriéndose un largo periodo de inestabilidad política, sucediéndose en el trono zarinas y zares de breve reinado hasta la llegada, ya en 1762, del primer personaje femenino de estos artículos: Catalina la Grande.
martes, 18 de octubre de 2011
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