martes, 6 de abril de 2010

Mafia Jobs

El humo de los disparos se disipa lentamente y contemplais en la penumbra la desolación causada por vuestra furia desatada. El frío silencio se apodera de la escena solo interrumpido por los gemidos de los enemigos moribundos y los lamentos de vuestros compañeros en no mejor estado.
Gorrión y MacTuerzo yacen incapacitados. Zack tiene el brazo derecho casi colgando. Sam parece un colador y solo Puma Rojo está relativamente entero. Kim llega herida y un hilillo de sangre gotea desde su frente, empapando en forma de halo la cinta que ultimamente lleva ahí puesta. El útimo en llegar es Hans que de camino a la granja ha dejado su puesto no sin antes despachar a los mafiosos heridos que ha ido encontrando en su puesto.

Como un desfile de tullidos salís arrastrando a vuestros compañeros fuera de la construcción para huir de los vapores tóxicos que aún hay en algunas de las habitaciones. Gorrión no reacciona y Mac jadea inconsciente, ahogado en sus propios pulmones encharcados por los efectos de lo que sea que han empleado contra vosotros. En el laboratorio trasero aún no se ha posado del todo el polvo blancuzco que cubría las mesas y que en la refriega se ha levantado en parte, como una invitadora neblina psicotrópica.

Mientras Sam cura como puede a los que están peor, el resto de la partida se dedica a curiosear por el exterior. Hans y Puma buscan a los enemigos que aun se arrastran por la oscuridad. Bateos metálicos y arrítmicos se suceden entre tacos en jerga del Refugio mientras un staccato de "chops" secos repiquetea sucedido de letanías cherokees. Alguno de los mafiosos llega a suplicar pero son los menos y sus sollozos son pronto ahogados. La mayoría os maldice con su acento de "spaguetti" en tono hosco, pero la duración es la misma. Para cuando estos dos ángeles de la muerte han acabado de rastrear enemigos mientras Kim recogía las armas esparcidas por toda la hacienda, Mac se incorpora al grupo de caza. Salpicaduras de barro y sangre sobre vosotros se hacen indistinguibles pasado un rato. El cansancio obnubila también las posibles diferencias entre deber e ira pasado ese tiempo. La clemencia escasea en estos tiempos difíciles.

Completais la tarea en el interior pertrechados de vuestras máscaras antigás. Unos ajustician, otros saquean. Sistemáticamente recorreis todas las estancias hasta que llegais a una de las dos puertas que aun permanecen cerradas. Tras ella alguien gimotea. Un par de esclavas semidesnudas están atadas a un par de camastros en evidente estado de intoxicación por vaya-uno-a-saber-qué. La más cercana a la puerta os mira con unos ojos asustadizos empañados por las drogas. La del fondo, con pinta de haber sido más atractiva, ni os mira, aparentemente colocada. Tratais de calmarlas y la primera os pide que por favor acabeis con su miserable vida cuando la segunda, para vuestra sorpresa os ataca amenazando con que Marcelo os matará y que la devolvais a él, bastardos asquerosos. Tras encerrarlas se sucede un acalorado debate sobre qué hacer con ellas y distintas propuestas acaban irritando tanto a Sam que en un descuido del resto se cuela en la habitación y zanja la discusión con su escopeta. El pasmo que os causa la reacción de la ex-monja es demoledor. La barbarie del páramo parece estar afectandoos a todos.

La segunda puerta está cerrada bajo llave (que no se encuentra entre el manojo que porta el capataz) y tras derribarla encontrais una habitación algo más adecentada, con una cama (no un camastro), un sofá en bastante buen estado y un escritorio que hace las veces de tocador con un gran espejo iluminado colgado enfrente. Entre sus cajones encontrais uno cerrado bajo llave con unas notas y una caja que contiene lo que parecen drogas o medicamentos. También hay un baúl metálico que contiene una Thompson y dos pistolas del .45, estas últimas bizarramente ornamentadas. La estancia podría decirse que está decorada con cierto lujo para los estándares del interiorismo del postapocalipsis. Tras ponerla patas arriba encontrais una caja fuerte en el suelo que no sois capaces de forzar. Despechados, la inutilizais con el ácido que encontrasteis entre las pertenencias del químico.

Mac encuentra en el granero algunos esclavos en un foso enrejado y en connivencia con Puma Rojo, que lo descubre mientras está decidiendo qué hacer, les dan algo de comida y bebida, aunque los dejan en su cautiverio. No os comentan nada hasta mucho después de haberos alejado del lugar.

Para cuando despunta el amanecer teneis recogido vuestro botín que consiste principalmente en las armas de los mafiosos, algunas piezas de armadura, un alijo de su "mercancía" en bruto y algunas otras cosas. Aún tardais un rato en hacer balance, distribuir el equipo, ayudar a los heridos y descansar un poco para recuperar el aliento. El sol ha recorrido una hora cuando os dirigis hacia la abertura de la alambrada por la que entrasteis desde el pantano y ois en la lejanía el rugido familiar de más de 300cv aproximándose con descaro desde el horizonte. Os escabullís por el pantano sin siquiera dignaros a mirar atrás. La misión está cumplida. Incluso en algunas de sus retorcidas claúsulas.


[Sí, me he tomado algunas licencias en cuanto a la presentación temporal, pero la esencia está ahí para que todos sepais lo que pasó en la última sesión y lo que hacen los que faltaron].

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