EL FUNERAL (i).-
“Sea privilegio de Rey disponer a su muerte de la hacienda que tuviera al tomar el cetro, sin una medida más, puesto que su estirpe queda premiada con la gloria” (Privilegios reales. Frontispicio de palacio)
La paz de un reino se mide por la cantidad de soberanos que mueren en sus camas. Adwulf apodado el Agrimensor fue el primero de los electos cuya estrella se extinguió en la paz de su lecho. Su predecesor Deleathor apodado el Pacificador logró ensanchar las fronteras del reino hasta el borde de las montañas que nos separan de la Estepa –o, como la denominan los clanes, el Páramo-y acabó con los enclaves Timerios a lo largo de la costa. No obstante, los clanes eligieron para suceder al férreo gobernante a otro aguerrido combatiente, que poco imaginaba que serían arados y no espadas con lo que se lograría la cohesión del reino.
En efecto tras décadas de revueltas y veinte generaciones después de que los clanes urbundios cruzaran las montañas norteñas por primera vez una paz sólo rota por revueltas de proscritos e incursiones de Timerios se cernía sobre el reino, lo que otrora fuera la provincia más próspera y septentrional del extinto Imperio. Veinte generaciones en las que los clanes pasaron de ser los temidos invasores a protectores del reino, y con el Pacto de los Fueros se construyó la Urbundia que hoy conocemos. El siervo trabaja la tierra, manufactura en sus talleres y comercia con el género. El señor posee la tierra, escribe las runas y defiende al reino. Tan simple como efectivo. Tan efectivo como indiscutible; no porque no quepa argumentar en su contra, sino porque disentir equivale a la proscripción, y la proscripción lleva irrevocable e indefectiblemente a la muerte..
Con el reino llorando la muerte del soberano los chambelanes y asesores --especialmente el Gremio de comercio-decidieron enviar correos urgentes a todas las guarniciones, ciudades y bastiones del reino para que acudieran los clanes a Siddion, en cuyo ancestral bosque de estelas se procedería a elegir al próximo soberano. Asimismo estos correos tenían la crucial misión de poner a los hombres de armas en estado de alerta, puesto que pese a las décadas de paz los ancestrales enemigos sólo esperan un momento de debilidad para abalanzarse sobre el joven reino; no sólo los Timerios que con sus incursiones amenazan los enclaves costeros, sino que desde el Norte podrían cernirse amenazas que nadie se atreve a pronunciar. Por ello decenas de hombres armados hasta los dientes cruzaron las puertas de Siddion hacia los confines del reino, remontando cauces, galopando por los adoquinados caminos y atravesando, a fin de llegar a las guarniciones de los pasos del norte, la espesura de Tanen. Las órdenes son sencillas: no parar; no esperar; confiscar caballos frescos y advertir a los clanes antes de que el real óbito llegue a oídos de amigos… y enemigos.
“Sea privilegio de Rey disponer a su muerte de la hacienda que tuviera al tomar el cetro, sin una medida más, puesto que su estirpe queda premiada con la gloria” (Privilegios reales. Frontispicio de palacio)
La paz de un reino se mide por la cantidad de soberanos que mueren en sus camas. Adwulf apodado el Agrimensor fue el primero de los electos cuya estrella se extinguió en la paz de su lecho. Su predecesor Deleathor apodado el Pacificador logró ensanchar las fronteras del reino hasta el borde de las montañas que nos separan de la Estepa –o, como la denominan los clanes, el Páramo-y acabó con los enclaves Timerios a lo largo de la costa. No obstante, los clanes eligieron para suceder al férreo gobernante a otro aguerrido combatiente, que poco imaginaba que serían arados y no espadas con lo que se lograría la cohesión del reino.
En efecto tras décadas de revueltas y veinte generaciones después de que los clanes urbundios cruzaran las montañas norteñas por primera vez una paz sólo rota por revueltas de proscritos e incursiones de Timerios se cernía sobre el reino, lo que otrora fuera la provincia más próspera y septentrional del extinto Imperio. Veinte generaciones en las que los clanes pasaron de ser los temidos invasores a protectores del reino, y con el Pacto de los Fueros se construyó la Urbundia que hoy conocemos. El siervo trabaja la tierra, manufactura en sus talleres y comercia con el género. El señor posee la tierra, escribe las runas y defiende al reino. Tan simple como efectivo. Tan efectivo como indiscutible; no porque no quepa argumentar en su contra, sino porque disentir equivale a la proscripción, y la proscripción lleva irrevocable e indefectiblemente a la muerte..
Con el reino llorando la muerte del soberano los chambelanes y asesores --especialmente el Gremio de comercio-decidieron enviar correos urgentes a todas las guarniciones, ciudades y bastiones del reino para que acudieran los clanes a Siddion, en cuyo ancestral bosque de estelas se procedería a elegir al próximo soberano. Asimismo estos correos tenían la crucial misión de poner a los hombres de armas en estado de alerta, puesto que pese a las décadas de paz los ancestrales enemigos sólo esperan un momento de debilidad para abalanzarse sobre el joven reino; no sólo los Timerios que con sus incursiones amenazan los enclaves costeros, sino que desde el Norte podrían cernirse amenazas que nadie se atreve a pronunciar. Por ello decenas de hombres armados hasta los dientes cruzaron las puertas de Siddion hacia los confines del reino, remontando cauces, galopando por los adoquinados caminos y atravesando, a fin de llegar a las guarniciones de los pasos del norte, la espesura de Tanen. Las órdenes son sencillas: no parar; no esperar; confiscar caballos frescos y advertir a los clanes antes de que el real óbito llegue a oídos de amigos… y enemigos.
2 comentarios:
Me pregunto de donde estarás sacando las imágenes, que parecen algunas muy similares...
Cuestión de buscar en google... estoooo enlos anales del reino :P
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