Registro de visita: RR/SS+6/BNP
Motivo de visita: Reporte, reabastecimiento y solicitud de asistencia.
¡Lo conseguí! ¡He escapado con vida después de vivir con ellos! En cuanto he podido despistarlos he regresado a mi refugio de cabecera aquí en RR. Al principio no fue fácil pero después de la batalla de NR menguaron lo suficiente para que bajaran la guardia. Esos mineros nos dieron duro a pesar de lo que llevabamos. ¡Madre mía lo que llevabamos con nosotros! He descubierto algo asombroso: ¡se pueden pilotar! Ha sido alucinante.
Creo que tengo que empezar desde el principio para aclarar las cosas. Cumpliendo órdenes de investigar el aviso de inserción /T2/PRT me adentré en el territorio que estaba controlado por bandas de saqueadores, como me habían avisado los Takenouchis. Merecen cada pieza roñosa y oxidada que les pagué por esa información. Gracias a ello estaba advertido y me pude preparar. Me hice con unos harapos de armadura en la aldea cercana de Flinkertown además de conseguir algunos nombres de posibles bandidos de la zona. Con eso y toda la cautela del mundo me dirigí a la zona a donde apuntaban los rumores de la presencia de los saqueadores. Poco antes de llegar al núcleo caliente de actividad me tropecé con una “patrulla” de batidores antes de poder disfrazarme. Casi me cuesta la vida pero mereció la pena. Tuve que matar a dos y malherir al tercero, pero gracias a eso conseguí que este último me contara lo suficiente para poder infiltrarme en sus filas. Bendito sea por el karma O Sensei por las cosas que me enseñó, me han vuelto a salvar la vida. Escondí mis cosas por allí cerca y me vestí como ellos, con sus ropas y las que ya llevaba, para hacer creíble mi nueva historia.
Antes de anochecer alcancé el campamento y esperé a la oscuridad para escurrirme dentro. En la observación preliminar detecté la cápsula de inserción en torno a la que habían montado todo su tinglado caótico. Al parecer había atraído a bandas de todas partes, corriendo el rumor como un reguero de pólvora entre los campamentos de saqueadores. Un Señor de la Guerra había surgido y esto atraía a todo saqueador en días de marcha a la redonda. Por entonces aún los veía como buitres carroñeros. Se estaba organizando algo GORDO.
Me hice pasar por un conocido de un conocido que realmente no conocía nadie pero del que habían oído hablar y me introduje por las tiendas que me convenía y me dijo el indeseable que capturé ese día. La desorganización del campamento me hizo muy complicado encontrar a los tipos que se suponía que podrían dar validez a la identidad que había usurpado con la información recogida, pero casi al alba lo conseguí. Me colé y tras las cortesías que acostumbran finalmente me hice un lugar. Los modales entre saqueadores consisten en hacer valer lo que dices con la fuerza argumental de tu cuchillo. Una vez más las sabias enseñanzas de O Sensei me mantuvieron vivo. Tuve cuidado de moderarme un poco y aún tengo un par de heridas a medio curar de entonces, pero entre los saqueadores es importante no destacar para que tu superior no te considere una amenaza y retarte. Ellos son así. Eso y que la mayoría no son muy listos, bastó para introducirme en una banda. Me mantuve alejado de los jefes y conseguí pasar desapercibido lo suficiente.
El campamento había sido levantado en torno a la cápsula de inserción que era su razón de ser. Días atrás la habían visto caer una pequeña banda que fueron los primeros en llegar. Saqueadores de poca monta, su líder era un tipo mezquino y abyecto. Encontraron la forma de colarse dentro por una grieta en el casco y como no se atrevía a entrar, obligó a meterse a dos de sus secuaces. Eran los últimos peleles de la banda y por tanto los más sometidos. La jerarquía de las bandas he comprobado que es una lucha constante de humillaciones por pisar cuellos y no ser pisado. Imagino que a esos dos pobres diablos los habrían hecho sufrir lo suyo si eran el fondo de la letrina. Solo salió de allí uno y lo hizo por la mismísima puerta que activó sus dispositivos automáticos de apertura explosiva. Me contaron que fue todo un espectáculo verlo salir así. No sé cómo lo consiguió pero el tipo se hizo con los controles del andador blindado. Asombroso.
Lo único que pude averiguar del piloto es que se trataba del típico mierdecilla de la banda, un don nadie, el raterillo más vejado, el tipo que no era capaz de vencer a ninguno y por eso lo relegaban al último puesto y las tareas más indignas. Decían que llevaba mucho con su banda y por su descripción, no era un híbrido. Alguien me contó durante una borrachera que el tipo había sido tan puteado por su banda porque antiguamente había sido un “blando” con sus víctimas y se lo hacían pagar desde entonces. De todos modos no me imagino a un cabezón entre esta gente, sería absurdo. No pude saber más porque desde que estaba al mando no permitía que se hablase de su pasado.
Algunos decían que no la volvió a abrir más y estaba incomunicado, otros cuchicheaban que abría la armadura solo excepcionalmente y no llegaba a salir del todo. Cuando estaba sellado dentro solo podía comunicarse por los toscos gestos que le permitían los manipuladores, pero en algún momento debió abrir para dar sus órdenes o tal vez lo hacía mediante alguien. No lo sé, aunque tampoco entiendo como pudo lograr controlar la cosa siendo un humano, pero el tipo estaba dentro de la máquina y la hacía funcionar. Eso es seguro aunque parezca increible.
El manejo que hacía era un poco torpe, pero un andador de combate torpe sigue siendo de una fuerza bruta descomunal. Dicen que en las luchas por hacerse con el mando incluso activó algunos cohetes con los que hizo saltar por los aires a caciques importantes venidos de todas partes para arrebatarle la máquina. A otros que le cuestionaron simplemente los desmenuzó con los manipuladores del cacharro. Las armas que empleaban no le hacían nada y sin embargo él los aniquilaba con un simple gesto destructor.
Atrajo a los suyos como la mierda a las moscas. Venían para unirse a él o retarlo. Los “duelos” fueron cortos. Se impuso tras pocas reuniones de jefes. Sus partidarios se alzaron en armas y sometieron a los últimos renuentes con una escabechina final. Era el nuevo Señor de la Guerra. Cuando se hizo con el poder de forma incuestionable, hizo llamar a otras bandas para formar un ejército. Los saqueadores tiene una extraña atracción por formar parte de algo grande y destructivo, como he podido comprobar. El reclamo de un nuevo Señor de la Guerra era demasiado atrayente para ellos como para renunciar a ello solo por tratarse de un paria. Al fin y al cabo, había cumplido el único requisito para ascender: matar a tu propio jefe. Que se hubiese valido de un artefacto extraño y misterioso no les suponía más problema que el de aguantar al tirano de turno. Además, a este esperaban derrotarlo cuando saliese de su caparazón. Tarde o temprano tendría que salir ¿no?
El botín que se les ofrecía era demasiado tentador. Las bandas no aguantan unidas lo suficiente y no tienen nunca la potencia de fuego para asaltar ciudades. Con un Señor de la Guerra la cosa cambiaba y todos estaban deseosos de montar tras la cresta de su ola, una ola de destrucción. Algunos me contaron que Saloma se fundó así, por una antigua horda asentada, pero las leyendas de los saqueadores no son de fiar.
Bajo un puño férreo se mantendrían unidos y en este caso era algo literal. Algunos bandidos más supersticiosos incluso empezaron con habladurías absurdas de una especia de mesías.
Como digo, cuando llegué ya estaba todo resuelto. Contemplé restos de los combates intestinos, pero poco más. Estaban allí congregándose bajo su mando, abasteciéndose. Quienes querían unirse tenían que aportar hombres y algún tributo, generalmente armas y botines de víveres que servirían para sustentar la marcha. Creo que en esos pocos días esta zona del sector debió sufrir una plaga de saqueos. Cuando reunió suficientes hombres y suministros, partimos. Llevaba dos días con ellos. El jefe de la banda a la que me uní también estaba contento conmigo por eso, le facilité las cosas entregando mi pistola para que pagara parte su diezmo, creo que con eso pagué mi entrada. Desde entonces solo conservo mi cuchillo. Las armas de saqueador que robé a los batidores que maté las escondí y luego cambié por otras en el campamento, salvo una pistola de agujas que conservo aún.
Los días siguientes viajé empotrado en la columna de saqueadores que viajaba hacia el sur, conviviendo con ellos. Nunca imaginé que fuese a convertirse en un tiquet solo de ida. A partir de entonces las cosas se pusieron serias y todo se complicó. El nuevo Cacique obligó a los demás jefes a imponer una disciplina férrea y ellos nos obligaron a hacer marchas forzadas. Los que no aguantaban el paso eran castigados y para dar ejemplo a algunos de los más débiles los ejecutaban. Tampoco permitían las deserciones porque no querían que llegase la noticia a NR. El Señor de la Guerra se mostraba paranoico a ese respecto y no daba cuartel, aunque en su situación era fácil mantener el ritmo. Él pilotaba el andador. El único modo de escapar entonces habría sido caer muerto, y no me veía capaz de correr el riesgo de fingirlo.
En esos días pude averiguar poco más, aunque no sé qué obtuve antes y qué después. Mis recuerdos son un poco confusos. Una turba ruda y cruel es todo lo que consigo rememorar. Rostros curtidos y malas palabras, pero de tipos realmente duros y resistentes. Su entereza y fiereza me asombraron, porque antes los consideraba simple escoria. Si llego a saberlo antes, tal vez no hubiese corrido el riesgo de infiltrarme. Los saqueadores son el resultado evolutivo de la humanidad llevada a su último y desesperado recurso y son temibles por ello.
(...)
Continuará
domingo, 14 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
más, más, más, quiero más. Me se el final, pero me da igual, más, más...
Yo también quiero saber cómo demonios se cargan al tipo del andador y me da mucha rabia no haber estado allí para ver ese combate, bueno no solo verlo.
McTuerzo
En aquella época erais bastante más flojitos que "para solo verlo", francamente.
Publicar un comentario