EL FUNERAL (ii)
Mientras los correos se esparcían por el Reino portadores de la noticia del óbito, en la espesura del bosque de las estelas Narde Adr Rune arroja las tabas sobre una piel de carnero estepario. El cubo de obsidiana se ha dispuesto en el centro, si bien sobre la encarnada pluma de la garza carmesí. En concreto sobre un extremo de ésta. Cerca del otro extremo de la pluma, la férrea garra del Biak, como si acabara de abatir a su presa. A escasos dedos de la anterior figura sólo la irregular corteza del roble ahumado parece interponerse entre los frutos de espinosa y el diminuto alacrán disecado. La cola del pez, la moneda imperial y la onza de acero han caído en otro extremo, sin pauta aparente. El rostro del Maestro de Runas se torna en un rictus severo. Concentrado en los elementos dispersos frente a él y tomando un sorbo de la calabaza que cuelga de su flanco su mirada parecía perderse en dirección al rústico lienzo sobre el cual se dispersan los variopintos elementos. El Reino sangra, de eso no cabe duda. El Biak tal vez ha herido mortalmente el Reino, o tal vez sólo acecha a la presa que se desangra. Los bosques parece que dan cobertura al pueblo de las alimañas, o tal vez es el bosque el que impide que el populacho abrace a los depredadores que ansían encontrar su lugar entre ellos, donde no lo tienen. Los gremios y los clanes parecen fuera de la escena. Los Timerios parecen expectantes. De repente su concentración se rompe por unos instantes, fuera de su choza parece que hay revuelo.
Tras libar de nuevo de la calabaza se dispone a tomar su manto y salir cuando se percata que desde una posición más elevada el panorama cambia. La piel de carnero es un campo de batalla, en el que se lucha por el control del Reino y su pueblo. La sangre fluye del dominio. Alrededor de éste el mal que acecha desde el páramo, y quién sabe qué alimañas se sitúan más cerca que los clanes o incluso los gremios. El bosque es una incógnita. Dificulta el paso de personas e ideas. En su interior moran los proscritos. En el momento en el que se dispone a amarrar el manto alguien entra a la tienda gritando que el monarca ha muerto. Ya ha empezado a sangrar el reino. Se trata de Jeshoa, Forjador de Leyendas. Narde no puede evitar que éste se fije en la piel de carnero y nota que el color abandona la tez del inoportuno visitante. De un golpe rápido deshace el entramado de las tabas. Ambas miradas se cruzan, se mantienen durante unos instantes para luego apartarse. Se ha sellado un pacto. Las runas han hablado justo en el momento de la muerte del soberano y lo han hecho augurando sangre. El destino del Reino está escrito. Sólo los clanes tienen en sus manos el poder de elegir una espada afilada para combatir los peligros que acechan… incluso desde más allá de las montañas. Tal vez --sólo tal vez--y esa posibilidad hiela la sangre de los dos eruditos mientras franquean la puerta hacia el exterior, desde el Páramo.
Desde el claro donde está situada la choza de Narde y otras pocas más apenas se distingue la muralla, si bien las luces se antorchas hacen intuir sus contornos, parcialmente cubiertos por la floresta. Los clanes han doblado su presencia en las murallas. Pronto los gremios aparecerán por el bosque y el palacio como aves carroñeras prestos a aprovechar cada trozo de regia carne que quede adherido a la mortaja. Cuando el chambelán y los Custodios consideren que la situación es lo suficientemente segura harán que suenen los cuernos y se conozca por la ciudad durmiente el luctuoso acontecimiento. Narde es lo suficientemente anciano como para recordar la muerte de Delathor, en una escaramuza con los Timerios, y sabe que es esencial que los clanes dejen de lado sus rencillas para no amenazar la paz del reino. Y, de nuevo, están las tabas. Sacude la cabeza mientras Jeshoa le coloca su fuerte mano sobre el hombro.
“Los clanes han sido convocados. Es nuestro momento de avisar a los decidores de sagas y tallistas de runas.”La voz de Jeshoa es impersonal y parece que no le imbuye ningún sentimiento al pronunciar las palabras. En cualquier caso tiene razón. Un reinado de paz, que dará paso a la cruenta lucha que las tabas vaticinan. La estela de Adwulf será tallada mientras su pira consume su carne, con la aclamación del nuevo Rey.
3 comentarios:
La historia sigue prometiendo. Va bene.
Solo espero que "la espada" no sea un niñato :P
Eso sería insólito en las costumbres Urbundias... ¿quién sabe?:P
Habrá que echarle un vistazo a la tercera ó cuarta entrega de "La asamblea de los clanes".
Por cierto que ahora dudo de hacer pocos capítulos largos o doblar el número de capítulos y acortarlos un poco... ¿qué os parece? ¿Mejor capítulos largos estructurados en 5 ó 6 partes o capítulos más cortos con 2 ó 3?
:)
Capítulos cortos, sin duda cuadrarán mejor en el blog más entradas cortas que pocas largas.
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