viernes, 13 de agosto de 2010

Siglo I antes de Cristo: guerra entre grandes.

El único romano influyente al que he encontrado aplicado el cognomen Magno ha sido a Cneo Pompeyo, al cual conoceréis bien si habéis tenido la oportunidad de leer la estupenda serie de novelas de Colleen McCullough. Si sólo os suena de haberlo visto en esta serie, voy a haceros un resumen para que veáis que el tipo tuvo una vida intensa. Proveniente de una rica e influyente familia provinciana, participó siendo muy joven en las últimas fases de la Guerra Social, ganándose cierta reputación como militar. Apoyó activamente a Sila en la guerra civil posterior, obteniendo con ello un valiosísimo protector que le encomendó sendas campañas en Sicilia y África contra los disidentes, siendo aclamado a su regreso como Magnus, y aunque parece que el calificativo fue usado por el dictador de forma sarcástica Pompeyo lo uso orgulloso toda su vida. Tras la muerte de Sila, usó políticamente a sus legiones no licenciadas, para reprimir primero la revuelta del excónsul Lépido y conseguir después un mando en Hispania contra el díscolo Quinto Sertorio, quien le propinó sus primeras derrotas, si bien su asesinato facilitó la victoria final de Pompeyo. A su regreso a Roma tuvo un enfrentamiento con Craso al intentar adjudicarse el mérito de haber acabado con la revuelta de Espartaco simplemente por haber participado apagando los rescoldos de esa sublevación. Luego consiguió hacerse con el consulado sólo con 35 años, lo cual lo enfrentó a la rancia aristocracia de los optimates, quienes seguían viendo en él un advenedizo “hombre nuevo”, y lo acercó a los populares de César, gracias a cuyo apoyo obtuvo un nuevo mando proconsular para encargarse de erradicar a los piratas del Mediterráneo en una concienzuda y brillante campaña. A su vuelta, siendo ya extremadamente popular, consiguió un segundo mando proconsular para sustituir a Luculo en la campaña en Asia, donde se las vio con Mitríades VI y Tigranes II, de los que luego hablaré aun a riesgo de hacer un artículo demasiado largo, pues también fueron calificados como grandes. Tras su victoria, y ya metido en faena, conquistó parte de Siria, Judea y otros territorios de Oriente Próximo. Cuando volvió a Roma en el cénit de su carrera política, celebró su tercer triunfo y formó el Primer Triunvirato con Craso y César, unidos contra los optimates y acaparando el poder en Roma. Para sellar la alianza, se casó con la hija de César, y aunque disfrutó del control de Hispania, permaneció en Roma mientras su suegro desarrollaba su campaña de conquista en las Galias. La muerte de Craso en Asia, así como los éxitos de César en las Galias lo acercaron a sus otrora enemigos, dándose por terminado el triunvirato. Durante la posterior Guerra Civil tomó el mando del ejército que hizo frente a César, demostrando que su capacidad no estaba a la altura de aquél, ya que no explotó su victoria en Dirraquio dando la oportunidad así a César de imponerse en la decisiva batalla de Farsalia. Huyó finalmente a Egipto donde fue asesinado. Cneo Pompeyo Magno fue un buen político y militar, sin embargo no fue el mejor de su época, ya que fue derrotado cuando se enfrentó a enemigos tan capaces o mejores que él. Coincidir con Cayo Julio Cesar tampoco le facilitó las cosas.

Mitríades VI, rey del Ponto, fue durante años el hombre del saco de Roma, el coco, el enemigo número uno, probablemente desde Aníbal no hubo ninguno más odiado. Comenzó su reinado joven y su longevidad lo hizo enfrentarse de forma consecutiva a importantes personajes romanos del último siglo antes de Cristo. Inició la Primera Guerra Mitridática conquistando Capadocia y Bitinia, para luego retirarse ante la intervención romana. Sin embargo, la nefasta actuación del legado consular Manio Aquilio alargó el conflicto, siendo derrotado y ejecutado por orden de Mitríades, obligándole a beber un caldero lleno de oro fundido (que buen pnj sería este tipo). Tras ello arrasó la provincia romana de Asia, en la Anatolia occidental, presentándose como libertador del yugo opresor romano en las ciudades griegas de la zona. Para que no quedaran dudas en Roma de lo malo malísimo que era, ordenó el asesinato de todos los romanos de la provincia y alguno más que hablaba latín, en las sangrientas Vísperas Asiáticas en las que murieron más de ochenta mil personas. Sila marchó a Asia y en Queronea y Orcómeno machacó a Arquelao, lugarteniente de Mitríades, sin embargo aceptó una rápida paz pues deseaba regresar pronto a Roma debido a la inestabilidad política provocada por la Guerra Social. Mitríades salvó así su posición y años después, cuando el ambicioso Lucio Licinio Murena lo atacó pudo derrotarlo y poner un rápido fin a este segundo conflicto. Aprovechando la inestabilidad política que siguió a la muerte de Sila y la revuelta de Sertorio, inició su tercera y última guerra contra Roma, quien envió a Lucio Licinio Luculo a hacerle frente. Este hábil general dirigió una accidentada campaña contra el Ponto y su aliado Armenia, sufriendo la revuelta de sus propias tropas, si bien la gloria la acaparó Pompeyo, quien sustituyó a Luculo en los compases finales de la guerra. Mitríades el Grande huyó al Cáucaso donde intentó continuar la resistencia hasta que finalmente se suicidó, juraría que maldiciendo a la loba y la mala hora en que le dio por amamantar a niño alguno.
Aliado de este rey fue Tigranes II de Armenia, quien a diferencia de aquél accedió al trono siendo ya mayorcito y quizás por ello tenía más cintura política. Pronto se alió con Mitríades, casándose con su hija y apoyándolo en su enfrentamiento con Roma durante la Primera Guerra Mitridática, si bien no de forma directa pues al tener cubierta las espaldas, reservó sus tropas para lanzarlas hacia oriente. Aprovechando la inestabilidad política en Partia, provocada por luchas sucesorias e invasiones escitas, Tigranes el Grande invadió el norte de Mesopotamia haciéndose con el control de amplios y ricos territorios. Posteriormente, aprovechó nuevamente la debilidad de un vecino para sacar tajada, interviniendo así en la crónica guerra civil de finales de los últimos años del Imperio Seléucida, invadió Siria, Fenicia y Cilicia. Durante la Tercera Guerra Mitridática dio asilo a su yerno y sufrió a manos de Luculo la contundente derrota de Triganocerta, convirtiéndose el conflicto en un tira y afloja por las montañas de la región. La llegada de Pompeyo y sus legiones acabó con su resistencia, pero supo ser lo bastante astuto como para negociar la paz (para mí que untó a Pompeyo) y acabar sus días, siendo ya octogenario, como amigo y aliado del pueblo romano.

Hemos visto a tres Grandes que coincidieron personalmente en las montañas armenias, pero aún nos falta un cuarto coetáneo a ellos y que no andaba muy lejos de allí. Me refiero a Herodes I el Grande, quien gobernó Judea durante cerca de cuarenta años bajo el paraguas romano. Julio César lo nombró en el 47 a. C. procurador de Judea, y Marco Antonio lo nombró rey de esos territorios en el 40 a.C., ambos con el fin de que controlara a los judíos más díscolos y opuestos al control romano, por lo que nunca fue un soberano querido por su pueblo. Contando con el apoyo romano, amplió sus dominios hasta Samaria y Galilea y ejecutó a los representantes de las facciones rivales, dedicándose a mejorar su reino en lo que pudo: impulsó una importante política de obras públicas, y desarrolló el comercio. Herodes tuvo que ser un tipo listo, que supo apostar a caballo ganador, llevándose bien con todo romano que asomaba la napia por Judea, posibilitando así el desarrollo de su pueblo y su propia continuidad en el poder.

3 comentarios:

uno de tantos dijo...

Con la historia de Cneo Pompeyo no puedo más que quitarme el sombrero ante otro Grande: ese pedazo de juego que es el República de Roma que tan bien ilustra todo lo que nos cuentas y aún más.

El último personaje también me ha hecho recordar con una risilla esa frase de la Vida de Brian:
"Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?"
Pues eso ;-)

Alvarf el Gris dijo...

Iba a hacer un comentario sobre el República pero os lo he dejado a vosotros ;-) ¿Está currado ese 1+1d6 en militar de Pompeyo, eh?
Por cierto, os mando por meil un enlace chulo, ¡relanzan el juego este verano!

Aunque Tigranes mola, creo que el que puede resultar más interesante es Mitriades como malo maloso o héroe incomprendido, a dilucidar con dados en una mesa ¿eh?.

Clavao el comentario sobre Herodes.

Joe Peres dijo...

Muy bueno, yo a Pompeyo siempre lo he visto como un tipo con suerte [buena y mala], una pena lo de Sertorio, siempre me cayó bien, creo que nuestra amiga Coleen hace un retrato de él demasiado sesgado.